viernes, 14 de octubre de 2011

El tiempo narrativo y sus inaprensibles contrastes



LA CASA MUDA es uno de esos claros ejemplos contemporáneos de "quiero y no puedo" que encontramos cada vez con más frecuencia; una lástima, porque la premisa de la que parte (incluida su arriesgado experimento formal) es cuando menos estimable, y porque no se topa uno con un título de terror proveniente de Sudamérica todos los días, y menos aún de Uruguay. Importa menos, ya digo, el qué que el cómo, lo que es un agente intensificador en el desconcertante arranque del film y termina siendo un tedioso lastre a medida que nos vamos enterando de en qué consiste el truco. Sin pretender ser el summum de lo original, el guion de Óscar Estévez nos planta en mitad de ninguna parte, en una casa desvencijada a la que llegan Wilson y Laura, padre e hija, con la misión de restaurarla para que su dueño, Néstor, pueda ponerla en venta. Lo mejor del film, insisto, es lo directamente que empieza, incluso antes de que nos hayamos creado una cierta atmósfera de inquietud. Así, mientras Wilson descansa para empezar a trabajar a la mañana siguiente, Laura escucha unos extraños sonidos provenientes de la parte de arriba; lo que sigue es la incredulidad del padre ante su cada vez más aterrorizada hija y, claro, el deseo del espectador por saber qué diablos pasa y qué explicación nos van a dar una vez hemos agotado nuestras conjeturas. No quiero contar mucho porque la película es reciente (estuvo en Sitges el año pasado) y supongo que habrá mucha gente que no la haya visto; tan sólo me gustaría señalar que, bajo mi punto de vista, el supuesto giro ultraingenioso de la parte final es una tomadura de pelo simplemente bochornosa y que echa por tierra toda la atmósfera de terror psicológico que, a duras penas, eso sí, Gustavo Hernández, haciendo honor a su bisoñez, logra implosionar en la saturada y muy avisada psique del espectador contemporáneo, algo a lo que tampoco contribuye con demasiada fortuna el siempre afeante cartelillo de "basado en hechos reales"... ¿A quién le importa a estas alturas?
Véanla un Domingo por la noche, después de que su equipo les haya decepcionado por enésima e intolerable vez.
Saludos sin decir ni mú.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!