martes, 31 de agosto de 2010

Almas cruzadas (y 2)



Treinta y cinco años después, la novela de James Cain volvió a tomar forma en manos del artesano Bob Rafelson (prácticamente con carta libre en aquellos años en la Paramount), esta vez prometiendo un extra de emociones fuertes y con una pareja estelar, nada menos que Jack Nicholson y Jessica Lange. Y ellos retozaron en la cocina y se rebozaron en harina, pero la historia era 100% la misma y con algunos inquietantes tiempos muertos que en nada justificaban sus excesivas dos horas de duración. THE POSTMAN ALWAYS RINGS TWICE'81 fue un exitazo de taquilla, aunque no tanto de crítica; las espectaculares escenas sexuales (sin quitarle mérito a la soberbia fotografía de Sven Nykvist, claro) encumbraron a estos dos actores hacia el olimpo de "esas escenas que nos resulta imposible quitarnos de la cabeza por mucho tiempo que haya pasado desde entonces". Mientras tanto, algunos nostálgicos demandaban el fuego encubierto del tándem Garfield/Turner, que para gustos se hicieron los colores; y ciertamente es la inclusión del color (a mi juicio totalmente acertada) la gran baza de un film por otra parte sensiblemente inferior a su predecesor, que se limita a conjugar y actualizar visualmente aquellos aspectos que ya se incluían en la original. Remake de lujo, la cinta de Rafelson es más lenta de lo que cabría esperar y, sin ser fallida en absoluto, termina siendo víctima de su propia impaciencia por mostrar de una vez prácticamente lo único por lo que treinta años después sigue siendo recordada, que es aquella harinosa escena en la mesa de la cocina.
Saludos franqueados.

Please Mr. postman

Almas cruzadas



THE POSTMAN ALWAYS RINGS TWICE adaptó la lúbrica novela de James Cain, que ya por aquel entonces encendía pasiones por sus momentos "subidos de tono" y puesta al día del género negro, sin bandas criminales ni atracadores de bancos, pero con la representación de unas almas negras de avaricia y rojas de lujuria, un cóctel difícilmente rechazable para la sociedad americana de posguerra. Si a esto le añadimos a Lana Turner...
Ésta es una sórdida historia de las que sólo pueden ocurrir en uno de esos no-lugares que el cine tanto y tan bien ha retratado desde siempre; la historia de un hombre que llega de ninguna parte, sin nada, a un sitio igual de impersonal, una gasolinera-drugstore regentada por un afable señor mayor, que asimismo está casado con una exhuberante chica que acudió a él para dejar atrás un pasado de prostitución y delincuencia. El dueño (Cecil Kellaway) acepta, en un rapto de bonhomía, contratar al desdichado desconocido (John Garfield), por lo que el desastre cobra vida en forma de los inefables cuernos y, ya sin freno posible, un terrible pacto que derivará en una tragedia casi de índole moral.
En su momento (tengamos en cuenta que nos encontramos en 1946), esta producción de la Metro supuso toda una conmoción por su atrevimiento formal y, sobre todo, por la confirmación de que Lana Turner era esa mujer a la que no debías acercarte si tenías en aprecio tu propia integridad (tanto la física como la moral). Están avisados.
Saludos sin remitente.

Matar al cartero

A la destrucción por la sensación



He vuelto a ver EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS, que en su momento me dejó noqueado, luego no me pareció una tan grande cosa y que ahora obtiene (creo) su justa medida, en tanto que propuesta rompedora en su momento que intenta no perder sus constantes de calidad, que no son pocas.
Nagisa Oshima, que nunca se definirá a sí mismo como un provocador a través de la imagen, sino como un mensajero de las pasiones humanas, se presentó hace 33 años en Cannes con una insólita cinta que casi carecía de argumento y diálogos y que se limitaba a mostrar una ascendente espiral de sexo explícito casi ininterrumpido y que había de desembocar en una laxa tragedia de sabor helénico. Con estas rotundas credenciales, AI-NO CORRIDA (sí, sí... es el título original...) es un film que empieza brillantemente, con una presentación de personajes exquisita; que continúa dejando pasmado al más pintado, con su sexo explícito sin trampa ni cartón y su asfixiante y enrarecida historia de dependencia emocional que acaba por derivar en una enfermiza posesión absoluta, que despoja al yo de sentido alguno. Al final (quizá lo peor de la película [a mí me produce carcajadas]), no sabemos si hemos asistido a una película irreductiblemente valiente o a una tomadura de pelo muy bien filmada; pero si atendemos a casos "similares" (9 SONGS, SHORT BUS, BAISE MOI, en la memoria y pugnando por desaparecer de la misma), lo cierto es que las posibles virtudes acaban por volverse en su contra una vez nos hemos acostumbrado al primer impacto, cosa que aquí es evidente, puesto que Oshima reverbera exhaustivamente en el elemento explícito hasta convertirlo en algo vano y sin sorpresa. Un título mítico, sin embargo, al que es bueno acercarse si no se ha hecho antes, pero que puede defraudar si se guardaba un buen recuerdo de hace tiempo.
Saludos con-sentidos.

Addicted to you

Como una locomotora



El ritmo, según los nuevos popes de esto del cine, ha de basarse en montarse en un bólido, tirarse uno de un rascacielos en llamas, cargarte a un ejército con un martillo, surcar el cielo como un pájaro y hasta participar en las sublimes olimpiadas del sexo plastificado. Afortunadamente, Howard Hawks tenía una idea muy diferente acerca de cómo debía construirse una película de ritmo frenético sin perder coherencia, con un sentido del humor tan elegante como sincero y además, por si fuera poco, emitiendo uno de los ataques más feroces sobre la corrupción de los poderes fácticos (periodismo, política, policía) que se han visto en una pantalla. HIS GIRL FRIDAY dura 90 minutos clavados y aún le queda tiempo para trazar una improbable como deliciosa historia de amor/odio en la que nadie sale bien parado. Hawks adaptó el excelente texto teatral de Ben Hecht y Charles McArthur, amparado en un delirante guión de Charles Lederer que se desliza como una montaña rusa sin frenos; el resultado es una de las cinco mejores comedias de todos los tiempos, y aun así, con cada visionado me río menos y me doy cuenta de cómo la censura actúa de pleno en supuestos tiempos de libertad ¿Cómo imaginar si no una historia tan despiadada en tiempos tan tibios para la denuncia? No hay un segundo de reflexión, y por tanto de contrición; Hawks coloca a los personajes de Rosalind Russell y Cary Grant en el ojo de un huracán que comienza con una aparentemente inocente visita, la que ella, antigua y despechada periodista, le hace a él, un hiperactivo y desalmado (aunque encantador [embaucador es la palabra exacta]) director de periódico, para anunciarle, tiempo después de su propia separación, su improbable enlace con un apocado agente de seguros. A partir de este momento decisivo, y por espacio de apenas un día, el caos se desencadena y la feliz pareja que ha de tomar un tren en dos horas no sólo no lo hará, sino que ella se verá arrastrada de nuevo a su antigua ocupación para cubrir una ejecución inminente, y todo mediante un ingenioso juego de causa-efecto-consecuencia, donde cada nimio detalle cuenta para que todo encaje a la perfección en una película que simplemente gana con cada visionado. Ya no hay diálogos como estos, y ni mucho menos actores con la talla suficiente para ejecutarlos. HIS GIRL FRIDAY (aquí se la conoce con el sobado título de "Luna nueva") es un título mayor del maestro Hawks, que le revelaba como dominador absoluto de una comedia ácida y corrosiva, de vigencia casi eterna. Un lujo al que ni siquiera otro maestro, Wilder, pudo resistirse años más tarde.
Saludos en primera página.

Friday

Cuéntame qué te pasó



Santiago Tabernero intentó, hace ahora cinco años que nos parecen más lejanos en el tiempo de lo que realmente están, integrar en un film las posibles virtudes del ideario/imaginario/devocionario español de la transición y sus figuras y menesteres; una especie de AMERICAN GRAFFITTI ibérica con menos gracia pero con más puntos en común, desde luego. El resultado fue una película tan extraña como fascinante, tan irregular y desvaída como un sueño y tan impactante en su propuesta como poco perdurable en la memoria, como se ha ido demostrando con el tiempo y como ha quedado fosilizada en un ya demasiado amplio catálogo de títulos intrascendentes de nuestra filmografía, la española. Y es que VIDA Y COLOR, literalizando a aquellos estruendosos álbumes en los que cabía una tribu de negros y un rascacielos, y daba tanto un submarino de guerra como el presidente de Namibia o un pez espada, intenta, sin lograrlo más que en sus secuencias más oníricas, llevarnos a un lugar y un tiempo ya desaparecidos fiándolo todo a la carta del esfuerzo mental más terrible: el de la codicia nostálgica. Tabernero se deja todo su talento cinéfilo (que es mucho) en ser(se) honesto, que es estupendo en los tiempos que corren, y en lo subjetivo le sale bien, que es la reconocible figura de ese chaval tan normal y corriente que vive en una barriada, tiene cates en el colegio, le pegan los chulitos, envidia las incipientes teles en color y, sobre todo, daría su alma al diablo por ese mítico cromo que nadie tiene y con el que se completaba el álbum de turno: el de la calavera. Así que Tabernero quiere retomar EL ESPÍRITU DE LA COLMENA justo treinta años después, pero desgraciadamente su exceso de corrección formal lo deja en una especie de capítulo de lujo de "Cuéntame..."; porque de VIDA Y COLOR se podría haber hecho una serie excepcional, una especie de Twin Peaks patrio del que sentirnos orgullosos durante un tiempo, pero se ha quedado en una tierra de nadie de la que tampoco su director ha salido hasta el momento.
Saludos pegados con Imedio.

Life in colour

jueves, 26 de agosto de 2010

Acción/Reacción



Hoy les voy a hablar de un film modesto, aparentemente intrascendente, pero que a mí me hizo pasar un buen rato las dos veces que la he visto. Se trata de BREAKDOWN, título que cumple ya sus trece años y que es el típico que nos encontramos en los dvdstores apilado junto a otros trescientos títulos igual de poco llamativos. Y, sin embargo, BREAKDOWN apela nada menos que al espíritu del Hitchcock más alocado y dinámico para facturar una historia de suspense creciente donde el estado de extrañeza, aparte de descolocar al espectador menos avisado, alcanza casi el surrealismo. Porque ésta es la historia de una pareja de pardillos (todo lo que les ocurre así lo indica) que viaja por una de esas carreteras interminables de Yanquilandia has ta que, cómo no, se les estropea el coche. Hasta aquí hemos visto cientos de tramas que empiezan igual, pero el hábil guión del también director Jonathan Mostow (de quien hemos visto recientemente LOS SUSTITUTOS), es capaz de hacer que nos traguemos como si tal cosa que un camionero se ofrezca a llevar a la mujer a una estación de servicio mientras el marido (un solvente Kurt Russell) espera la asistencia en mitad de la nada. Evidentemente, las horas pasan y Russell, con un mosqueo que en nosotros ya ha sembrado la intriga, logra llegar finalmente al sitio en cuestión, pero nadie ha visto a ninguna mujer en ningún camión. Así que este cruce entre FRANTIC y NORTH BY NORTHWEST empieza a mostrar una serie de giros a cuál más ingenioso, mientras el protagonista ha de echar mano del ingenio para resolver el enigma. Se trata de hora y media de entretenimiento puro, que sólo flojea ya al final, con las cartas descubiertas, donde la intriga deja paso al cine de acción más comercial, lo que ya no es tan interesante. Aun así, se trata de un título algo olvidado y que merece la pena rescatar para un fin de semana tan ardiente, por ejemplo, como éste que se nos avecina.
Saludos desaparecidos.

Communication breakdown

miércoles, 25 de agosto de 2010

La inquebrantable belleza de la sencillez



KHANE-YE DOUST KODJAST (¿Dónde está la casa de mi amigo?) fue, tras catorce años de trayectoria, el tercer film de ficción (y en este caso las barreras son más difusas que nunca) del iraní Abbas Kiarostami, que pasa por ser (es mi opinión personal) el más interesante de los directores surgidos en el país asiático. Poseedor de una mirada limpia al tiempo que mordaz, y con un discurso sutil y firme, que obliga al espectador a no perder detalle de sus elaboradas escenas, Kiarostami usa el día a día con naturalidad, como si la cámara vagara desganadamente y sin interferir en "lo que ocurre"; pero lo que ocurre tiene esa pátina de realidad precisamente por el cálculo milimétrico que el iraní imprime a cada fotograma, sin que falte, pero sobre todo sin que sobre nada.
DÓNDE ESTÄ LA CASA DE MI AMIGO es una bella y emotiva película que habla de algo aparentemente banal y termina por denunciar crudamente la situación de Irán de forma mucho más certera que algunos títulos más "obvios". Ahmed es un niño que vive en un entorno rural y que debe hacer vaios kilómetros para asistir a las clases; por equivocación, cogerá el cuaderno de su compañero Mohamed, que vive asimismo a varios kilómetros de Ahmed. Este hecho, que nos parece sin importancia aparente en nuestro industrializado mundo de supercomunicaciones, donde hasta un mocoso dispone de su propio teléfono móvil, desencadenará una circulación de eventos donde caben un millón de circunstancias y emociones. Desde la incomprensión del maestro, que amenaza con expulsar a Mohamed, hasta la conmovedora solidaridad de Ahmed, que será capaz de emprender un largo camino en solitario para devolverle el cuaderno a su amigo. Mientras tanto, somos testigos de un sinfín de situaciones costumbristas, del deprimido entorno rural, donde el estudio es bien reverenciado bien vituperado, o de acciones aparentemente sin importancia (los hombres discutiendo por nimiedades; las mujeres en las inacabables tareas domésticas) que son observadas por la limpia mirada del niño en su propio descubrimiento vital. Todo ello conforma uno de esos títulos que quedan indelebles en la memoria una vez visto y que da cuenta de la categoría de un cineasta imprescindible a lo largo de los últimos treinta años.
Saludos encuadernados.

The opening

martes, 24 de agosto de 2010

Magníficas intenciones y discretos resultados



FRANKLYN pasó totalmente desapercibida en nuestro país, de hecho no sé si llegó a estrenarse o no; yo no me enteré, desde luego. Y eso que, a priori, era ésta una cinta con un atractivo innegable y con una serie de referencias a las que resulta complicado substraerse. FRANKLYN vendría a ser la hermana pequeña de un imposible híbrido comprendido justo donde terminaba WATCHMEN y empezaba V FOR VENDETTA, curiosamente dos de las obras capitales de Alan Moore; un saludable cañonazo de aventuras para todos los gustos, con su inefable gotita de reflexión social-filosófica y esas loables intenciones por "humanizar" un género, el de superhéroes (aunque no quede muy claro si esto es así), que está derivando peligrosamente hacia la autoparodia inconsciente.
La acción se sitúa en Meanwhile City, que parece Birmingham bajo la peor de las tormentas, en un futuro donde las religiones lo controlan absolutamente todo y cuando digo religiones hay que entender que el guión deja claro que deben imaginar que la sociedad está totalmente bajo el control de la superstición religiosa, sin ser una nueva Edad Media, sino algo mucho peor: una sociedad moderna que no entiende nada que no esté hecho a la medida de la religión. Policía, políticos, intelectuales y hasta científicos tienen su ámbito religioso y según él actúan. Y en esto, hace aparición un misterioso personaje enmascarado que proclama su ateísmo y reparte leña a los "malditos fieles". Así, la película aúna con desigual fortuna la acción y la reflexión, un espectáculo visual al que a veces se le ven las costuras de su "bajo" presupuesto y que acaba por despeñarse incomprensiblemente en su alargado tramo final, que lo lía todo en plan MEMENTO y lo que pretende ser poesía bajo la lluvia se convierte en una constante mirada al reloj; y eso que casi no llega a la horita y media. Supongo que se habrán dado cuenta de todas las referencias a las que he aludido, algo que habla a las claras de la falta de personalidad (no de pretensiones) de un film que se perderá como fondos de catálogo en una estantería...
Saludos de un ateo.

No control

lunes, 23 de agosto de 2010

Apuntes definitivos



Hoy voy a hablar acerca de un título que a muchos les pasó desapercibido (a mí el primero), y que, vista con una adecuada perspectiva, resulta mucho más estimulante que otras propuestas similares con más bombo. Primero porque LANTANA llegaba desde la lejana Australia, donde se han cuajado algunos films bastante interesantes de la última década y cuyos directores más destacados han sido rápidamente absorbidos por el gigante americano. Y LANTANA es un sólido y original ejemplo de cine negro contemporáneo, con un retorcido gusto por mostrar el lado más oscuro y amargo de sus personajes, su fragilidad y humanidad, en lugar de fijar el elemento épico como comburente emocional. Lawrence deja de lado los clichés del género y se basa en una cuidada coralidad que da como resultado un mosaico de almas a la deriva que buscan, sin saberlo, cualquier tipo de redención. Y en el estupendo reparto destaca un rostro bastante conocido en la pequeña pantalla, Anthony LaPaglia, encarnando a un hosco y callado policía, digamos un primo contenido del "bad lieutenant", incapaz de soportar su monótona vida privada y que oscila entre sus escarceos extramatrimoniales y la obsesión que llega a mostrar por un extraño caso de homicidio. Y es justo aquí donde el film da otro de sus magníficos e inesperados golpes de timón, introduciendo un personaje ya muerto, el de una psiquiatra (Barbara Hershey) que tampoco es capaz de ayudarse a sí misma tras la traumática ruptura con su marido y la sospecha (esto jamás queda claro, y es otra gran baza del film) de la ambigüedad sexual de éste (Geoffrey Rush en otro papelón). Ante un complejo como fascinante tapiz emocional, el elaborado guión de Andrew Bovell (autoadaptándose su obra teatral) se deja de milongas y explora en un terreno desolado y magnético, con personajes que se entrecruzan constantemente (el punto más flojo es, como siempre, encajar estos encuentros con credibilidad), que chocan y no se entienden, que han de soportarse para eludir la soledad y que necesitan de cierta catarsis que aquí, como el polvo de un impotente, jamás llega a producirse por completo. Rescátenla en DVD si tienen la oportunidad.
Saludos in the blue.

Plaster casts of everything

domingo, 22 de agosto de 2010

Sólo una lección más



Hoy me apetecía desquitarme un poco de los últimos sinsabores y hablar de una de esas obras imperecederas que yo le recomiendo a todo el mundo y que nos renuevan las pilas y la confianza en esto tan complicado de las películas.
Y es que WITNESS FOR THE PROSECUTION, del maestro Wilder, es un prodigio de todas y cada una de las claves que hicieron grande al Hollywood de los títulos míticos; una especie de "Gran Estudio" capaz de revelar con suma sencillez lo que a la mayoría de los directores les cuesta un mundo siquiera rozar. Se nos cuenta la típica historia del acusado de asesinato al que todas las pruebas apuntan en su contra; a partir de ahí, Wilder muestra, esconde, sugiere, rebate y desconcierta con multitud de giros y recovecos que van urdiendo una trama tan ingeniosa como estimulante. Aunque no soy muy devoto de las "novelas circulares" de Agatha Christie, la verdad es que esta adaptación es simplemente apabullante, aunando dinamismo en la puesta en escena, unos diálogos sobresalientes  y, por encima de todo, un espectacular compendio de actuaciones, de las que nos resultaría imposible quedarnos sólo con una. Porque está Tyrone Power (que jamás alcanzaría una cota similar) como el escurridizo acusado; Marlene Dietrich, en esa segunda juventud que tuvo en los cincuenta; Elsa Lanchester, que puso unas deliciosas intervenciones de tono cómico, como enfermera todoterreno e insoportable. Pero no podemos hablar de WITNESS FOR THE PROSECUTION si no es refiriéndonos al monumental trabajo del gran Charles Laughton, que pone en pie uno de los personajes más soberbios e irresistibles de la historia; un abogado a punto de jubilarse, histriónico, borracho, lacerante, de una agudeza e inteligencia extrema, tanto como su "saludable misantropía". Un personaje eterno con el que nos entregamos desde la impresionante primera escena y que decide, en un arrebato de sinceridad (o poco juicio, la verdad sea dicha), aceptar un caso totalmente perdido, demostrar lo indemostrable y dejarnos con la boca abierta hasta ese final que no pienso revelar por mucho que me torturen; uno de los mejores y más sorprendentes finales de la historia del cine y por el que matarían la mayoría de directores que se pretenden "originales"... con todo el peso de la palabra...
Saludos presenciales.

Caught, can we get a witness?

sábado, 21 de agosto de 2010

El hombre alto, las bolas voladoras y Chiquito heladero...



Todos tenemos en nuestro enfermo imaginario (y no cito a Molière) algún título de esos que nos impactaron profundamente en su tiempo y que luego, en un comprensible arranque freak, hemos intentado recuperar a toda costa, aun corriendo el típico riesgo de que el mito se nos vaya al garete y nos acerquemos un poco más a la indeseada madurez. Yo, que afortunadamente nunca he sido mitómano, sí que conservo algunas de esas reliquias saludablemente encarceladas en el magín; unas hansoportado el paso del tiempo, otras han aparecido en toda su ridiculez. Y de las que mejor sabor de boca me han dejado, PHANTASM es una de las irreductibles. Y es que la caótica, apoteósica, surrealista y, por encima de todo, libertaria cinta que ese gran infravalorado que se llama Don Coscarelli filmó con sólo 25 años y 300.000$ de presupuesto, es un referente del cine de terror más inclasificable y desprejuiciado; lo que ya casi no se hace a estas alturas, vamos.
Lo mío fue curioso, porque cuando se estrenó yo tenía apenas seis años y no fue hasta siete u ocho después que la logré rescatar al fin de un videoclub de entonces, confirmando lo que extrañamente, como sólo pueden hacer los niños, mi mente había urdido a partir del cartel promocional. PHANTASM habla del Hombre Alto, que recluta almas desde otra dimensión, haciéndose pasar por enterrador, y taladra cerebros con unas bolas voladoras que persiguen a los incautos que se acercan al inquietante mausoleo donde habita. Aparentemente, lo que se nos cuenta no difiere mucho de cualquier otra serie B de bajo presupuesto, pero PHANTASM contiene la misma extrañeza que otros títulos posteriores de su autor; no sabemos si nos están tomando el pelo (la chanza de las tres secuelas así podría parecerlo) o si estamos viendo algo totalmente diferente a lo habitual. El caso es que el onírico y saturado clima, a modo de microverso infalible y muy comiquero, que Coscarelli recreó para esta cinta de culto, sigue despertando pasiones muy encontradas entre los que sostienen su genialidad y los que la tildan de "augusta porquería". Yo me encuentro a gusto en medio, porque, sin ser una obra maestra ni mucho menos, PHANTASM es un prodigio de insurrección fílmica, usando su descarada filiación al género en pos de una inaprensible reflexión que subyace mientras el Hombre Alto grita desde la ventana "¡Chicoooooo!"...
Brrrrrrrrr... Saludos...

Ghosts

viernes, 20 de agosto de 2010

La madre del cordero



Bien, pues, después de algunos coqueteos con el miserabilismo, hoy le toca a la que dicen por ahí que es la película de la temporada. Y si lo dicen por ahí será que es verdad, digo yo. Lo primero que debo hacerles es una advertencia: porque como yo sé que todos ustedes son buenos chicos e irán a su cine de confianza a verla, es importante que se lleven tapones de cera y/u orejeras, porque corren el riesgo de quedarse sordos. Tampoco lleguen tarde, a fin de poder sentarse en el centro de la sala, porque yo tuve que acomodarme en esos asientos de todo punto hijoputas (diseñados por hijoputas), en un lateral, y el mareo fue considerable.
Bien, he oído/leído por ahí que si Nolan "patatín patatán"... Kubrick... Obra maestra absoluta... Obra definitiva... Que me corro de gusto... Vale, que sí, que todo es muy bonito y muy limpito y bien diseñado y encaja como un guante y suena muy fuerte y eso, pero que no nos pasemos, no nos vayamos a volver locos ahora con lo mayorcitos que somos. INCEPTION tiene cosas muy buenas y cosas muy malas; y por malas yo entiendo "repelente niño Vicente queriendo levantarnos a la novieta en el cole"... Lo de que Christopher Nolan es incapaz de insuflar un mínimo de sentido del humor a sus maniqueos personajes (tableaux vivants lo definiría bien; no confundan con los deliberados "modelos" bressonianos), es una verdad ya patente en cada uno de sus trabajos. Nolan deja a otros lo de las emociones y se dedica a lo otro, "las sensaciones"; así que entrega un producto 100% sensorial que impide que el espectador se pregunte acerca de qué está viendo y por qué lo está viendo. Porque, francamente, me importa un rábano qué pueda mover a Di Caprio y sus compis para que Nolan nos venda la burra con la enésima historia sobre delincuentes llenos de bonhomía y secretos de estado que sólo conocen unos pocos privilegiados. El pretexto, lo de actuar en diferentes niveles de percepción, de sueño en este caso, ya lo vimos en MATRIX, pero desde luego en esa obra maestra de la literatura que es la Alicia... de Lewis Carroll, en la que Nolan debía haberse fijado un poco más para no caer en la pedantería del que piensa que ha hecho algo original, cuando eso es ya imposible. INCEPTION intenta ser cine, dejar atrás los fantasmas del nuevo siglo y reinventarse como producto tangible, de carne y hueso, pero la propia ineptitud de Nolan para los asuntos humanos (en su cine, hasta beber un vaso de agua ha de tener un doble sentido) es la que plastifica el producto y lo convierte en un bonito recuerdo ambarino del que quedan pocas cosas reseñables.
Pero INCEPTION tiene cosas muy buenas, buenísimas; lo que pasa es que necesitamos un complicado ejercicio de abstracción y de indulgencia. Porque si nos olvidamos del rollo pseudofilosófico y de lo sonrojante de algunas actuaciones (rayando el ridículo, cuando pretenden ser profundas), la cinta de Nolan se revela como un thriller trepidante y dinámico en las distancias largas, justo donde a la mayoría de directores les duele bandearse. Y es paradigmático de esto último cómo ha ido ampliando su campo de acción desde un curioso minimalismo de altos vuelos hasta este ejemplo de megalomanía supuestamente inteligente, donde cada detalle sufre el peso asfixiante de la necesidad de explicar, de decir que hasta esto puede existir, aunque no nos importe lo más mínimo, aunque a Nolan no le importe que no nos importe, igual en el juego de espejos enfrentados que nos propone y del que al final ni él sabe cómo salir.
¿Que es entretenida? Sí, mucho, pero también es verdad que no le hacían falta dos horas y media.
Así que he llegado a la inquietante conclusión de que este señor es antes un diseñador de producción que un director de cine, lo que explica muchos de los vicios que infectan al cine comercial de la nueva era digital, presentando genios donde sólo hay expertos ingenieros. Pero véanla, al fin y al cabo merece la pena.
Saludos originales.

A dream within a dream

jueves, 19 de agosto de 2010

El efecto mariposa



El título de esta reseña alude a la evidencia (porque creo que a nadie se le escapa el dato) de cuán diferente habría resultado MINORITY REPORT de haberse encargado de dirigirla, como así hubo tentativas en su momento, Stanley Kubrick. Si hubiésemos tenido las facultades precognitivas expuestas en el film, puede que nos hubiésemos sorprendido con el resultado; a mí me basta con marcarme el pegote y sostener sin embozo que la gran película de Spielberg, de las dos que rodó aquel año, fue la otra y no ésta. Más que nada porque, con el material de primera clase que Philip K. Dick le brindaba, Spielberg se negó a conceder el más mínimo rayo de autoría y decidió caminar él solo (es un decir, con los monstruosos equipos que mueve este hombre) en pos de la película definitiva de sci-fi, la que dejaría en pañales a BLADE RUNNER y ALIEN e iba a abrir nuevos y definitorios caminos al futuro del séptimo arte. Acogotada por su excesiva parafernalia, MINORITY REPORT sólo triunfa cuando Spielberg se deja de exhibicionismos, tranquiliza a la epiléptica cámara y nos da un respiro para intentar que nos enteremos de algo. Porque, a diferencia de la brillante adaptación, veinte años atrás, que Ridley Scott hizo del complejo imaginario de K. Dick, aquí prima la dinámica de la cinemática sobre la idoneidad del concepto filosófico, el que tan inquietante resulta en el cuento y que nos viene a decir que las sociedades perfectas no existen y que el mal siempre es tan relativo como lo es cualquier conversación cotidiana; y es precisamente cotidianidad lo que falta (aunque sólo hubiese sido un guiño) en esta exhuberante demostración de dominio técnico. Lo mejor, como en tantos otros títulos, Samantha Morton.
Nos quedamos sin saber si Kubrick hubiese optado por "tarkovskiar" su opción; y en la incógnita, precisamente, reside el encanto.
Saludos de un quinielista frustrado.

Fuck the world

Susto, Gusto y Disgusto



Continuando nuestro incunable y disperso repaso al Spielberg menos "Spielberg" (propongo "Spielberg" como adjetivo; ustedes sólo elijan el significado), hoy nos vamos a una curiosa cinta de hace ya ocho años. Extraño híbrido entre el blockbuster de calidad y el retrato hagiográfico de nuevo cuño, en el que tan bien se ha movido siempre el norteamericano, CATCH ME IF YOU CAN no pasará a la historia como uno de sus títulos más celebrados, pero como ya apuntamos en su momento respecto a THE TERMINAL, no deja de tener algunos puntos de interés bastante reseñables. Desde luego no se puede pasar por alto el recital interpretativo del tándem Hanks/DiCaprio, y muy especialmente este último, con un repertorio de registros más que notable y que le lleva hábilmente de la comedia bufa y casi esperpéntica hasta inquietantes cotas de tristeza y patetismo. Spielberg se la juega al escindir por completo la historia y no dejar que los protagonistas se "toquen" hasta el último tramo, precisamente el que menos interés suscita y que muy bien podía haber dejado en un par de apuntes informativos.
Ésta es la increíble historia (porque, si no nos dicen que ocurrió de verdad, es imposible que nos la creamos) de un jovencísimo y escurridizo delincuente, capaz de hacerse pasar casi por cualquier cosa, como si de una versión amable de Ripley se tratara; estafas por doquier a lo Robin Hood (esto es relativo, claro) harán que el agente del FBI interpretado por Hanks se meta en la piel del coyote, impotente ante la anticipación del correcaminos y dé lugar a un ramillete de situaciones a cuál más disparatada. Al final, tras un par de horas de saludable entretenimiento, Spielberg no puede dejar de ser él mismo y mete su cuñita sensiblera; porque claro, todos sabíamos que la huida constante de Frank W. Abagnale no era más que una excusa en tránsito a su verdadero cometido, que no es otro que llegar "a casa".
Saludos huidizos.

Lament

martes, 17 de agosto de 2010

Los imperios



Hoy quería lanzarme 18 años en el tiempo para hablar de una de esas contadas superproducciones europeas que, de alguna manera, han quedado enterradas en un semiolvido que alude directamente a la escasa repercusión de los grandes presupuestos de este lado del charco. Y eso que INDOCHINE jamás juega en las grandes ligas, al menos no hasta el punto de supeditar el trazo sensible e intimista a la gran superficie cromática, que la tiene, y excelente en cada uno de sus puntales, como son una fotografía soberbia a cargo de Françoise Catonné, unas localizaciones francamente espectaculares y un diseño de producción acorde con la magnitud del proyecto; amén de la música de Patrick Doyle, de buen contraste entre el In & Out permanente del film. Un film que, partiendo de los últimos días de lo que se conoció como "Indochina francesa", en plena década de los 30, da paso a la creación del titilante estado de Vietnam. Todo ello bajo la gélida y desencantada mirada de Catherine Deneuve en uno de sus mejores papeles, por su peso y por sus innumerables matices. Deneuve, que fue multipremiada aquel año, sostiene casi por sí sola lo mejor de la película, que es el derrumbamiento colonialista contrapunteado con las pequeñas miserias morales de quienes se resistían a abandonar las explotaciones que les habían servido como lucrativo sustento desde mediados del siglo XIX. Wargnier resiste encomiablemente los deseos asimismo de expansión de la película y logra salvarla del efectismo de sus bellísimas imágenes, logrando un acertado equilibrio que deviene sensatez narrativa. Sin embargo, el gran problema de INDOCHINE, el que no le ha permitido después de todos estos años erigirse como una referencia ineludible, es mucho más simple que toda esta parrafada del que escribe: INDOCHINE, salvando los fascinantes "momentos esfinge" de la Deneuve y el maravilloso instante en el que al fin se quiebra, es preocupantemente aburrida, y sus dos horas y media jamás se ven con dinamismo, sino que se convierten en no más que un digno documento sobre un momento de la historia que nunca ha sido tratado en su justa medida en el séptimo arte.
Saludos desde el arrozal marismeño.

One night in Bangkok

lunes, 16 de agosto de 2010

Plásticos y decibelios



Paradigma y reflejo de cierto cine comercial de ultimísima hornada, GAMER contiene todos y cada uno de los argumentos que nos pueden ahorrar saliva y neuronas en caso de que nos enfrasquemos en uno de esos bucles espacio-temporales mejor conocidos como "discusión cinéfila en la que nuestro oponente se empeña en defender lo indefendible"... Porque no, ni con un subidón de ácido a las cinco de la mañana, ni GAMER es el BLADE RUNNERdel siglo XXI, ni Gerard Butler alcanzará jamás los registros de Harrison Ford, ni (y este "ni" es importante) estamos ante una cinta mínimamente entretenida, que es lo menos que uno busca cuando decide emplear hora y media de su vida y algunos cuartos, que en este caso podrían y debían haber tenido mejor desenlace y acomodo.
Lo rechinante del asunto es que el trepidante y enrevesado arranque de GAMER es capaz de encender una tenue chispa en el espectador menos avisado, pero se trata, como luego puede comprobarse, de algunas buenas intenciones que quedan bien pronto enterradas bajo la silicona visual y las estridencias de todo tipo. GAMER propone un megalómano ultrajuego online, en el que los usuarios controlan personas de carne y hueso y les hacen luchar hasta la muerte; tras algunos mamporros y disparos, el supuesto interés de este what if? se disuelve en su propia incapacidad para ahondar en los escabrosos dilemas morales derivados de su propia propuesta; porque, no nos engañemos, GAMER está realizada por los típicos adalides de la torpeza y prepotencia yanqui, y eso cuela para las consolas, pero no para la pantalla grande...
Saludos jugones.

Name of the game

domingo, 15 de agosto de 2010

Elogio del desconcierto



De Ridley Scott lo hemos ido poniendo prácticamente todo a lo largo de estos dos años y pico; hemos revisado sus obras maestras y sus terribles fiascos; lo nuevo y lo viejo, lo comprensible y lo inexplicable. Puede que lo único que nos faltara por diseccionar fuese el extraño artefacto que nos va a ocupar hoy; un film de una factura visual tan perfecta como discutibles resultados cinematográficos; una especie de SAVING PRIVATE RYAN reducido a la mínima expresión argumental y confiándolo absolutamente todo a la indolente carta técnica. Porque BLACK HAWK DOWN es muy fácil de resumir pero imposible de defender una vez explicada, aunque hay quien le parece exactamente lo contrario.
Situémonos en Somalia a principios de los noventa. Aquel repugnante y fétido conflicto bélico ha sido la vergüenza (una más) del gobierno estadounidense y sus estupendos politiqueos "alternativos y paralelos" en materia de defensa. En un país asolado por la miseria y dejado de la mano por casi todo el mundo, hacen su aparición los genuinos salvadores de la paz y la libertad. Scott se centra en un apretado lapso temporal, el que va desde el tiempo que se tarda en enviar un escuadrón de todopoderosos helicópteros Black Hawk en "misión humanitaria" (Ja!) hasta que la orden es revertida sin motivo aparente y convertida en una ofensiva indiscriminada y auspiciada por la supuesta localización y consiguiente captura del máximo mandatario somalí, infausto y diabólico personaje que jamás tuvo nada que ver con los tipos que ahora intentan derrocarle...
Así que dos de estas supermáquinas de combate son derribadas contra todo pronóstico en pleno Mogadiscio y lo que era ofensiva se convierte en un desesperado plan de rescate. Y Scott lo filma todo como si él mismo hubiese sido derribado; utiliza todo su arsenal técnico para repentinizar y dotar de veracidad lo que no es más que un confuso correcalles en plan videojuego. Todo esto está muy bien si lo único que buscamos es el mero empacho visual al que este director tanto nos ha acostumbrado; pero se imponía aquí algún tipo de reflexión, un poco de discurso que aclare la verdadera naturaleza de unas acciones sospechosas desde su misma concepción. La cosa está, bajo mi punto de vista, suficientemente clara: no eran ni el director ni el productor (Jerry Bruckheimer... ¿qué esperaban?) para dicho envite, por lo que BLACK HAWK DOWN es un caballo de Troya espectacular y grandilocuente que termina desmoronándose como una sonrojante torre de naipes, víctima de su enorme y fútil peso específico.
Saludos en son de paz.

Magnu

sábado, 14 de agosto de 2010

Denuncia New Age



Después del atracón de superhéroes, me he acordado de una película de esas destinadas a que todas esas almas sensibles y acongojadas pasen un rato entre lagrimillas y suspiros. Y es que THE KITE RUNNER tiene muchos ases para conformar un drama social sólido y dinámico, pero desgraciadamente Marc Forster, que cuenta con una trayectoria tan inusual como repleta de altibajos (desde la estupenda MONSTER'S BALL a la "bondiana" QUANTUM OF SOLACE), es absolutamente incapaz de superar el carácter melodramático del best-seller de Khaled Hosseini y da al traste con una idea que, bien desarrollada en cine, pdría haber dado más en sus olvidables 120 minutos.
Se nos cuenta la típica historia de dos niños que son amigos inseparables, de diferente extracción social y que son separados de manera traumática (en este caso, la implantación del régimen talibán en Afganistán). Así que el chaval que consigue escapar junto a su padre a Estados Unidos vuelve al cabo de los años a su país de origen para intentar encontrar al hijo de su antiguo amigo y saldar así el lastre de culpabilidad por haberle dejado a su suerte en un entorno de hostilidades. Forster emplea la primera parte (la más interesante) del film para contar muchas cosas (la amistad infantil, el activismo del padre contra los talibanes, el sordo impacto de la toma de poder y hasta algún concurso de cometas filmado con esmero) y dejar al espectador, justo a la mitad, con ansias de saber qué va a pasar a continuación. Por desgracia, el último tramo no sólo no es creíble (yo no me creo que un tipo totalmente solo entre en un cuartel talibán, por las buenas, y se lleve a un niño escapando en plan Rambo), sino que aburre a las vacas con su paternalismo de teleserie y el estúpido mensaje de que con buenos sentimientos se superan las adversidades, en lugar de ahondar un poco más en los aspectos psicológicos derivados del sentimiento de culpa; de todas formas, al ser una adaptación literaria, no sé hasta qué punto puede ser culpable de esto el director, aunque estoy convencido de que se podía haber hecho un producto de mayor empaque.
Saludos celestes.

Paint the moon

viernes, 13 de agosto de 2010

Ni un pájaro, ni un avión #5

Y así, entre capas ondeantes, leotardos ajustados y otros delirios, llegamos a la inefable puesta al día del hombre de acero. Y es que se veía venir, y quizá pasó demasiado tiempo, o quizá no, quién sabe; el caso es que SUPERMAN RETURNS es, al mismo tiempo, un film tan necesario como innecesario; tan agradecido por los fans como inocuo para los que no lo somos pero aun así crecimos viendo la saga.
Después de su arrollador éxito con X-MEN, Bryan Singer decidió que la cosa no podía quedarse en la bazofia que comentamos ayer, así que, apoyado en un colosal equipo de producción, intentó por todos los medios retomar el viejo espíritu del film de Donner con las ventajas de los medios y efectos actuales. Y la cosa, si quieren que sea absolutamente sincero,  le sale a medias; porque si bien se trata de un producto digno y entusiasta, también carece de cualquier rastro de sentido del humor, que era una gran baza de X-MEN. Los personajes son fríos, desangelados, como si Bergman hubiese comprado los derechos del personaje. Tiene sus hallazgos, como es comprensible, pero casi todos se engloban en el apartado visual, donde el equipo de Singer realiza un loable esfuerzo para "naturalizar" la exhibición de superpoderes y ponerlos al tanto de de la era digital. Luego están los personajes, sin mucha más enjundia que el protagonista, si exceptuamos al gran Kevin Spacey, que hace lo que puede para que olvidemos a Gene Hackman (al menos nos quedará el placer de que Luthor sólo haya sido interpretado por grandes actores en la gran pantalla). Así pues, me parece que todas las buenas intenciones (amén, por supuesto, de lo de hacer caja; no seamos ingenuos), sólo son cumplidas a medias; por lo que SUPERMAN RETURNS se ve con agrado y no muchos sobresaltos, pero su poca entidad se disuelve de cerebro y retina con la misma facilidad que Clark Kent se cambiaba de ropa en una cabina... que como van quedando menos, y las pocas que hay no son cubiertas, que digo yo que dónde se cambia ahora en estos tiempos de crisis... ¿en el Zara Tara?...
Saludos kryptonianos.

Super Superman

jueves, 12 de agosto de 2010

Ni un pájaro, ni un avión #4



SUPERMAN IV: THE QUEST FOR PEACE, es una de las peores películas de la historia. Una bacalá infame de los Golan/Globus (verdaderos terroristas cinéfilos) que no hay por dónde cogerla y que, desgraciadamente, cubrió de mierda a todos los que allí intervinieron. Uno ve esta cosa después de los años y se pregunta algunas cuestiones que parecen de difícil respuesta: ¿Qué necesidad había de tirar al vertedero todo lo logrado antes, con un presupuesto ínfimo y una falta de profesionalidad sonrojante? ¿Por qué aceptaron Reeve y compañía participar en una basura de tal calibre, si era algo que se veía de lejos (sólo hay que echar un vistazo a los títulos de la productora, con Chuck Norris como gran estrella...)? ¿Qué diablos le ocurrió a Sidney J. Furie, que pasó de prometedor cineasta de género en los sesenta a prostituirse por cada miserable guión que le ofrecían? ¿Y qué me dicen de Nuclear Man, ese vergonzante supervillano vestido de primo de Conan pero con el peinado de Daryl Hall...? ¿Es que nadie se daba cuenta del desastre? Porque la Cannon, es cierto, solía tener taquillazos con temibles subproductos de factura fascistoide, pero esto no era probar a ver qué pasaba, porque la saga de Superman se había labrado una reputación y un prestigio desde hacía diez años, y no había derecho a que todo terminara así. Al final, la película fue un fracaso absoluto, fulminó la carrera del pobre Christopher Reeve (que ya sabemos cómo acabó) y le amargó la vida a los fans del hombre de acero, que perdieron la fe tras el mal trago. Era 1987 y se cerraba una página en la historia del superhéroe por excelencia...
Saludos invulnerables.

Silvergun Superman

miércoles, 11 de agosto de 2010

Ni un pájaro, ni un avión #3



Con la franquicia bien consolidada en taquilla, los avispados Salkind sólo esperaron tres años para poner en funcionamiento la tercera parte de la saga. Las constantes eran las mismas, repetía Richard Lester en la dirección... ¿Qué hace tan diferente entonces SUPERMAN III?; desde luego, su desmelenamiento generalizado; como si Lester hubiese desempolvado las extrañas aventuras del cuarteto de Liverpool y las trasladara directamente al rocoso universo del hombre de acero. Y es que en esta tercera entrega hay muchas cosas que no había en las otras dos: Hay humor (Richard Pryor haciendo el único personaje que sabe hacer); hay sexo (Kal-el al fin se saca los calzoncillos de encima de los leotardos); un malo contra el que Superman no sabe enfrentarse porque no puede usar la fuerza bruta (me parece genial que se trate de un especulador, porque es reflexión de actualidad); y por haber, hasta vemos a Superman borracho perdido en un bareto, cargándose las botellas a golpe de cacahuete y con ojeras resacosas, impagable escena que desemboca en una surrealista pelea contra Clark Kent en un desguace. Es cierto que esta tercera entrega pierde mucha solemnidad y empaque respecto a las otras dos, pero quizá resida ahí su bizarro encanto, en no tomarse demasiado en serio a sí misma, y se me ocurre el ejemplo inmediato de la celebrada IRON MAN, de la que ésta podría ser un claro ejemplo. Lo cierto es que la franquicia comenzaba a despeñarse casi al mismo tiempo que todos empezábamos a ser un poco más descreídos... pero aún quedaba algo por decir...
Saludos invulnerables.

O Superman

martes, 10 de agosto de 2010

Ni un pájaro, ni un avión #2



Sólo dos años después del arrollador éxito de SUPERMAN, se presentó la inevitable segunda parte; lo que no muchos sabían en su momento (yo sólo me he enterado hace escasos años) es que los megalómanos hermanos Salkind se cargaron a Richard Donner cuando ya tenía avanzado el rodaje, y en su lugar contrataron al británico Richard Lester, otro artesano con oficio y conocido por haberle puesto imágenes cinematográficas a los Beatles y por sus famosas versiones del otro gran cuarteto de la historia, Los Tres Mosqueteros... que sí, que eran cuatro... Con todas estas disensiones, la verdad es que SUPERMAN II no se resiente en demasía y Lester es capaz de mantener aceptablemente todas las constantes de la primera parte; aportando además al trío de villanos peor vestido de la historia (parecían rumberos galácticos) y con el mismo e impecable sentido del ritmo. Recuerdo que, en su momento, ésta fue la película que me introdujo en el universo del hombre de acero, porque la otra me cogió pequeño, así que durante mucho tiempo fue mi favorita de la serie; pasan los años, vuelves a revisitar estos títulos, y ves los fallos, las licencias, la ingenuidad de un producto genuinamente "blanco", pero no puedes reprimir una sonrisilla cómplice acompañada de un leve estremecimiento cuando ves el torbellino tricolor dentro de una cabina de teléfonos y la vertiginosa fanfarria de John Williams comienza a desarrollarse. Una vez más, Hollywood volvía a hacerlo; y nos encantaba...
Saludos sobrehumanos.

Superman

lunes, 9 de agosto de 2010

Superman

Ni un pájaro, ni un avión #1


Comenzamos la primera parte del serial dedicado al hombre de acero; sin duda el superhéroe por excelencia, el más famoso y versionado desde los primeros seriales de los años treinta. Aquí, como es natural, vamos a referirnos únicamente a los largometrajes, cinco de momento (a la espera de la nueva vuelta de tuerca de 2012); una serie que se inauguró con la que de momento es, bajo mi punto de vista, la mejor adaptación que el cine ha hecho del cómic de superhéroes. Y es que SUPERMAN: THE MOVIE (que ése es el título original) es una apabullante introducción al inabarcable universo de este personaje; manteniendo intactas todas sus constantes y añadiéndole todo lo que una superproducción de este calibre debe tener. Empezando por unos efectos especiales que a mí me convencen más, después de más de treinta años, que toda la parafernalia digital de ahora; porque aunque las transparencias canten por soleares, el encanto siempre es mayor, se diga lo que se diga. Y luego está un colosal reparto, que empieza por el único actor posible para este papel, el malogrado Christopher Reeve, que es ya un símbolo por sí mismo y que ya jamás podría zafarse de la poderosa influencia de este personaje. Pero es que por ahí aparecía nada menos que Marlon Brando, como el padre de Superman; Glenn Ford haciendo de señor Kent; Margot Kidder como Lois Lane; Terence Stamp; Trevor Howard; Jackie Cooper; y una mención especial también para la maravillosa composición que el gran Gene Hackman regaló, convirtiéndose en el Lex Luthor más divertido y mortífero posible. Amén de la inmortal y maravillosa partitura de John Williams; mi favorita suya, desde luego.
En esta primera entrega se estaba forjando nada menos que la absoluta consolidación y puesta al día de un personaje que ya llevaba varias décadas como abanderado del cómic de superhéroes; luego, nada volvió a ser lo mismo para los que entraban en las salas de cine directamente desde las viñetas. Había nacido otra leyenda y nosotros éramos testigos de ello.
Saludos desde las alturas.

domingo, 8 de agosto de 2010

El puto infierno



Tranquilos, no voy a ser yo, y mucho menos tras haber sido fiel seguidor durante años de "Hellblazer", quien haga (nunca mejor dicho) de abogado del diablo. Aun así, debo reconocer que CONSTANTINE, aun con sus patinazos, sus horrísonas licencias y hasta su preocupante ausencia de mala uva, mantiene un nivel bastante digno para los parámetros mainstream en los que se mueve. El primer problema es, cómo no, Keanu Reeves, que no es que sea un mal John Constantine, es que no puede ser jamás John Constantine; otro tipo sí, pero no el detective atormentado y autodestructivo que Alan Moore creó hace más de veinte años y que Jamie Delano elevó a los altares del cómic más áspero e insobornable. Otro actor con más carisma le habría ido como anillo al dedo, porque Reeves ya no puede desengancharse de Neo, un personaje que irá siempre con él para bien o para mal. El gran acierto de casting es Rachel Weisz, que muestra su solvencia en algunas de las escenas más complicadas del film, y algunas caracterizaciones ciertamente originales, como ver a Tilda Swinton encarnando a un feroz y androginísimo arcángel o a Peter Stormare haciendo la entrada en escena del Diablo más insólita que he visto jamás. Son pequeñas gotas de lo que pudo ser pero se quedó a la mitad por incompetencia, sumisión a los estándares o simple bobaliconería americana; no basta con ametralladoras en forma de cruz ni con sacar a Reeves fumando como un carretero... La subversión es otra cosa mucho menos elocuente...
Saludos de azufre.

Problem

sábado, 7 de agosto de 2010

Arte incontenible


Con echar un simple vistazo a la red, a los blogs más preocupados por el cine, podemos observar que uno de los títulos más reverenciados, reivindicados y usados como referencia básica, piedra angular del cine menos acomodaticio y más avanzado, es, no hay duda, L'ATALANTE, de Jean Vigo. Y es que cada pequeño detalle de esta inclasificable obra maestra la acerca a la inmortalidad sólo disfrutada por esas obras que están más allá de las consideraciones y que suponen los grandes hallazgos del cine en tanto que arte; y un arte que, en su verdadera esencia, no es más que eso (aunque sólo en tan contadas ocasiones): Una catapulta sensorial hacia donde desplazar nuestros impulsos más ocultos. Y aun así, después de los kilómetros de opiniones que se llevan vertidos sobre esta increíble película de 1934, seguimos sin saber nada sobre sus fascinantes imágenes y su trama casi infantil, esa sensibilidad tan delicada como tosca, primaria, sin apenas echar mano de los habituales apoyos que suelen servir a los directores para ocultar sus deficiencias artísticas. Vigo filmó la vida de una manera insultantemente naturalizada y, al mismo tiempo, de una poética inconmensurable. Y le bastó para ello seguir las mínimas, cotidianas andanzas de una joven pareja de recién casados que, por la profesión de marinero de él, ha de vivir en el destartalado barco que da nombre al film; allí habrán de compartir su vida con Jules, un excéntrico y viejo marino tan borrachín como dicharachero. La esposa se aburre con el monótono transcurrir de los días y se marchará a la ciudad en busca de nuevas emociones. Evidentemente, habría que desmenuzar el film por entero para penetrar en sus intenciones, que son muchas y muy diversas; Vigo, elevado a la categoría de artista de culto por su rotunda y escasa obra, muerto prematuramente antes de cumplir la treintena, ofrece una desarmante visión sobre las pasiones y debilidades humanas, entroncando directamente con SUNRISE, de Murnau, pero también con una literatura más preocupada de reflotar al siempre escabroso humanismo que de usarlo en su beneficio. Y si aún no la han podido ver, sepan que se pierden uno de los títulos fundamentales de todos los tiempos para comprender por qué, en contadas ocasiones, el cine es algo tan apasionante, emocionante e irrepetible.
Saludos fluviales.

Death man

viernes, 6 de agosto de 2010

Cada vez me explico más cosas



Sí, cada vez sé más cosas, lo que no significa necesariamente que sea más sabio; porque si lo fuera, si la experiencia fuera un grado y viese venir las cosas de lejos, no me tragaría a día de hoy basuras como la que fue la tercera película de Wes Craven, el verdadero padre de toda la mierda para adolescentes que copa cada año las carteleras.
La historia es la siguiente: Una tipa. Vive en una granja y su marido pertenece a una de esas comunidades de fanáticos religiosos que tanto, y tan inquietantemente, abundan en yanquilandia. El marido es abierto de miras y no quiere saber nada de esos rollos. Un día lo matan. La desolada esposa sospecha mucho mientras sorbe las gachas. Vienen dos amigas a hacerle compaña a la granja. Una es Sharon Stone en sus años mozos. Como la cosa está poco caldeada, a las recién llegadas no se les ocurre otra cosa que pasearse por ahí con mini pantaloncitos,  además prescinden del sujetador. Los de la secta van todos vestidos igual, pero no son de piedra, claro. Y sale Michael Berryman haciendo de loco desgraciado, como siempre. Y Ernest Borgnine con una barba a lo Álvaro Pombo. Ahí ya perdí el hilo, porque no sabía si estaba viendo una peli de terror o un blandiporno entre vapores y carneros. Quise telefonear a Wes Craven, hacerle llegar mi opinión personal en forma de esputo. No, no se sabe qué ocurre, ni quién ha muerto, ni qué hacía esa señora en la tienda del pueblo, ni el niño en el prado, ni las vacas, ni el señor que pasaba por ahí y que también sale. DEADLY BLESSING se llama la cosa... ya te digo...
Si por uno de estos infortunios veraniegos la tienen a mano, ya saben lo que tienen que hacer: ¡Corran!
Ahí les dejo otro saludo.

Arpeggione Sonata D821 (I)

jueves, 5 de agosto de 2010

La cuchufleta mecánica



Lars von Trier escribe un guión y lo deja en uno de sus cajones secretos. Pasa el tiempo y, inmerso en un mar de dudas sobre la viabilidad del proyecto, decide llamar a su amigo y confidente Thomas Vinterberg. Y supongo que el pensamiento fue el siguiente: "Si se la tiene que pegar alguien que se la pegue él, que será una pérdida menor para la cinefilia culta". En fin, que Vinterberg acepta y los dos daneses se ponen a buscar financiación, porque habrá que poner luces artificiales y eso... Total, que embaucan a productoras de Inglaterra, Francia y Alemania, contratan a Bill Pullman, a Jamie Bell, y al director de fotografía Anthony Dod Mantle, viejo conocido de ambos. Hasta ahí la cosa no parece muy desastrosa, pero vayamos al argumento, a ver qué les parece. DEAR WENDY es la típica historia de perdedores adolescentes que deciden formar una especie de "club del rifle", donde sacan a relucir su pasión por las armas y la alta cultura; un improbable cruce entre EL CLUB DE LOS POETAS MUERTOS y EL CLUB DE LA LUCHA, que ya son demasiados clubes para tan pocos socios. Vinterberg se recrea hasta el paroxismo en los detalles más intrincados: descripción de las armas, cálculo de daños por disparos... Un montón de croquis que son presentados a lo largo de toda la película y que desembocan en una parte final que viene a dar la razón a todos los que dimos cabezadas mientras asistíamos a la enésima estilización de la nada absoluta. Vinterberg (y von Trier, claro) pretende filmar un final en plan western, sólo que no hay quien se crea a esos chavales enfrentándose al sheriff del pueblo por una gilipollez supina; como igual de intrascendentes son las supuestas motivaciones y lemas que el grupo en cuestión va recitando con una solemnidad de cartón piedra, que jamás llega a traspasar la pantalla y emocionar al espectador, como supongo debió prever este improbable tándem.
Así que estamos ante uno de esos films que, aunque sólo fuera por los nombres que presenta, uno no se explica cómo pasó totalmente desapercibida en su estreno, hace cinco años; luego la ves y el misterio queda resuelto en un periquete. El amigo von Trier y sus cajones secretos... qué jodío...
Queridos saludos.

Waterfall

miércoles, 4 de agosto de 2010

Un pulso a la historia



Si no se habían dado cuenta en más de dos años de blog, ahora es el momento. Así que al fin me toca hablar sobre THE THIRD MAN, con la de cosas que se habrán dicho a estas alturas sobre una de las cumbres incontestables del séptimo arte, cuyos vericuetos y excelencias me obligan a una pequeña autoexigencia a la hora de abordarla con un mínimo de seso.
Porque ¿de qué manera iba yo a ponerme otra vez a contarles a ustedes, que ya se saben esta apasionante historia de principio a fin? ¿Cómo podría permitirme un simple esbozo en el que cupiera toda la emocionante poesía que Graham Greene extrajo de su propia obra para ponerla al servicio del neoexpresionismo visual de Carol Reed? ¿Acaso no es una verdad a voces que la absorbente trama, con su soterrada historia de espías, su juego politizado y sus laberintos de índole psicológica, no hacen sino responder a un fin mucho más inextricable y sorprendente?... ¿y que el delicado e inteligente desarrollo no desvela su auténtica forma hasta esa mítica parte final, donde el espectador, con su sentido de la percepción definitivamente rendido ante semejante vuelco sensorial, es ya consciente de que está siendo testigo de la consecución de un paso decisivo en pos de la conquista de la modernidad?
 ¿Cómo entonces? ¿A partir de qué asidero no repetirme para decirles que hablo de un momento único e irrepetible?... Todas esas cosas podría ensayar y aún me quedaría demasiado corto, decididamente sesgado y disminuido; porque THE THIRD MAN marca un antes y un después sobre la manera (y esto incluye cada minucioso estudio hecho sobre el tema) en la que el arte, el arte de contar historias, puede mantener toda su vigencia y potencia por muchos años que pasen. Y, efectivamente, nos quedaríamos muy cortos si nos ciñéramos al pretexto de la historia de espías o suspense de tintes políticos; nada de ello es válido una vez que Orson Welles nos transporta a un nuevo estadio de percepción, donde puede tener cabida cualquier respuesta que hubiésemos preconcebido justo hasta ese momento, ya instalado para siempre en cada imaginario cinéfilo, personal o colectivo, sentimental o filosófico.
Es todo cuanto puedo decir... pero mejor vean la película...
Saludos subterráneos.

What to do but cry

martes, 3 de agosto de 2010

Mashed-Up



Bien, pues no sé si será por aprovechar el tirón que me permite tanto el cambiar de formato (y sus consecuentes problemas) como la apatía/dejadez típica de este mes tan poco proclive a la creación desde el entusiasmo, pero hoy vuelvo con uno de esos títulos perdidos en el vasto océano fílmico y, aun así, poseedor de algunos aspectos cuando menos reseñables. Y es que GO TELL THE SPARTANS (curioso título donde los haya, y que en España se rebautizó con un más "familiar" LA PATRULLA) es un oligofrénico collage de estilos, no siempre engarzados con fortuna, que es capaz de pasar de un estupendo antecedente de "El equipo A" a un nada disimulado homenaje a M.A.S.H. y desembocar en una ensordecedora sinfonía de disparos, olvidadas ya sus cuitas de comedia televisiva ochentera. Y todo esto con la imponente figura de Burt Lancaster (no ya para muchos trotes físicos) al frente de un grupo de soldados que son usados como carne de cañón en una avanzadilla suicida cuando la guerra de Vietnam casi estaba a punto de resolverse. Lancaster es informado de la emboscada a la que han sido condenados y debe optar por abandonar a sus hombres o luchar junto a ellos hasta el final. Todo muy americanista y efectivo, con la dosis justa de comedia al principio y dramatismo al final; y con unos mimbres no muy resistentes para sus excesivas dos horas, pero que se dejan ver si nos concienciamos de que esto no tiene absolutamente nada que ver con Coppola o Cimino y sí con las constantes televisivas antes mencionadas. Aun así, siempre es un placer ver a Lancaster impartiendo clases de oficio.
Saludos patrulleros.

Moth

lunes, 2 de agosto de 2010

Culebrones y culebrines



No, por supuesto que no es ninguna frivolidad que reseñe aquí a Nicholas Ray por segunda vez refiriéndome a su título menos conocido; en este caso, de forma absolutamente justificada. Y es que BORN TO BE BAD muestra algunas de las mejores constantes del posterior cine de Ray (sus angustias, iconos y cambios de intensidad), pero, desgraciadamente, resaltan sus peores excesos (la inconstancia narrativa, los personajes inocuos, algunos y prescindibles callejones sin salida). Pareciera que se conjugaran aquí su ímpetu por innovar en las formas y el inevitable choque con la RKO, que aún se resistía a participar de los tonos rupturistas que los nuevos realizadores iban imponiendo ya entonces en Hollywood.
Se nos cuenta la sibilina incursión de Christabel Caine (una inerte Joan Fontaine) en ciertos círculos de alto poder adquisitivo, gracias al enchufismo más descarado y auspiciada por su (supuesto) encanto personal, su falta de escrúpulos para inmiscuirse y destrozar las parejas ajenas y su victimismo rayano en el esperpento. Christabel pasará así de los brazos de un bohemio escritor (Robert Ryan), también con su debida cuota de mecenazgo, a los del joven potentado de turno (el más que justamente olvidado Zachary Scott) y prometido de su cándida y posteriormente desplazada primita (Joan Leslie en lo mismo). Lo que da como resultado un batiburrillo melodramático sin mucho músculo y sí tirando desmedidamente del efecto/consecuencia menos disimulado. Es decir: un producto apresurado y previsible, que dejó poco espacio de maniobra a un director que, a lo largo de toda su carrera, tuvo que luchar por sus ansias de independencia en el peor de los terrenos posibles. Sin duda es el título menos recomendable de Ray y sólo apto para muy cinéfilos, mitómanos o insomnes y desencantados crónicos...
Saludos malosos.

Born under a bad sign

domingo, 1 de agosto de 2010

La denuncia desde el género



Pues sí, hemos vuelto. Hemos hecho un cierto lavado de cara (no de conciencia) y venimos con más ganas que nunca de cine. Y como soy consciente de que he visto mucha porquería últimamente, me he dicho dos palabras como un mantra intocable: "John Ford"... Así que he elegido un título que hubiese revisado recientemente, uno de esos trabajos que, considerados absurdamente como "menores", dan buena cuenta de la solidez del maestro incluso con el atrevimiento mostrado en algunos aspectos fundamentales de este SERGEANT RUTLEDGE; film insólito por su carácter de denuncia racista y por el curioso ejercicio que Ford empleó, a base de intermitentes flashbacks, para contar la historia de una flagrante injusticia. 
El apolíneo Woody Strode encarna impecablemente a un sargento de intachable historial que se ve envuelto en un turbio suceso de equívocos e injustificaciones y acaba siendo acusado de violar y asesinar a una muchacha blanca en mitad de un asedio indio del que sólo él logra salir con vida; le defenderá, desafiando los intensos prejuicios raciales, más evidentes que nunca en el cine de Ford, el habitual Jeffrey Hunter, que intentará reconstruir un extraño puzzle con el agravante de que la rectitud militar de Rutledge le impedirá incluso mostrar detalles en su defensa, por no agraviar a compañeros para salvarse él. SERGEANT RUTLEDGE se convierte así en una vibrante mezcla de western, drama judicial, film de denuncia y hasta un cierto suspense por el incierto destino de su protagonista; uno de esos films que muestran a las claras quién está tras la cámara y domina su oficio de manera incontestable. Un film que se disfruta por su honestidad y que es igualmente recomendable para neófitos y aventajados.
Saludos de color.


... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!