Los que me conocen lo saben. Mi TERROR visceral a las grandes masas de agua es capaz de sacudirme incluso a cientos de metros de la playa, por ejemplo. No es aversión al agua, no se vayan a pensar que las moscas son mis amigas; sólo cuando hay mucha agua, mucha mucha.
En ese sentido, me cuesta bastante ver películas cuyo desarrollo sea precisamente en un océano o mar... No, TITANIC no puedo verla entera por otros motivos más mundanos...
Así, tanto MASTER AND COMMANDER como por supuesto JAWS me han exigido un sobreesfuerzo psíquico considerable. Sin embargo, y pese a que títulos marítimos los hay y muchos, ha sido una modesta película de hace seis años la que más me ha hecho temblar a causa de esto que acabo de describir. Algunos recordarán OPEN WATER, cuyo inesperado éxito provocó que luego se rodara una prescindible segunda parte y cuyo argumento es tan simple como aterrador. Una pareja de yuppies agobiados se toma un "kit-kat" en las Bahamas haciendo submarinismo en alta mar; sin embargo, la lancha donde estaban el instructor y el resto de submarinistas comete un grave error y los olvida allí, en medio del océano... Dios ¿no es lo más aterrador que se pueda concebir? A partir de ahí, el director, un señor del que poco se ha sabido luego, peca de inexperto y pone a los dos abandonados a discutir de tonterías, como si estuviesen en el salón de casa. Lo mejor es que sólo dura hora y cuarto y que al final consigue transmitir un terror puro y primitivo, sin tirar de efectos especiales y enseñándole a los frikis que los tiburones no suelen atacar a las personas de primeras, pero que poco a poco les va "picando la curiosidad". No, no es muy realista un tiburón de 30 metros, pero sí un reducido grupo de escualos de metro y medio rondando por lo que podría convertirse en su cena.
Lo pasé mal, sí, pero me gustó ver una película que lo basa todo en una tensión creciente sin llegar a mostrar prácticamente nada truculento. Al final, la sensación de agobio e impotencia es verdaderamente angustiosa.
Saludos en remojo.
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