jueves, 4 de junio de 2009

Volver a la tierra

Bien, como veo cierta tendencia a magnificar el último cine estrictamente comercial, vamos con una de radical poesía, uno de esos títulos que nunca van a trascender más allá de la pírrica etiqueta "cultureta"... una joya, vamos.
Pero quiero dejar clara una cosa, MOGARI NO MORI (en español, EL BOSQUE DEL LUTO) no me parece nada del otro mundo; acaso la constatación de que su directora, la japonesa Naomi Kawase, sigue en su empeño de labrarse, entre festivales y correspondencias, un cine propio, con la dificultad que ello conlleva. Kawase es deudora de su compatriota Kore-Eda; en Europa hablaríamos sin embozo de Antonioni y, yendo un poco más allá, de Sokurov y hasta Tarkovski; en los U.S.A. podríamos remontarnos al primer Malick o, extrañamente, a James Benning, lo que ya es aventurar bastante.
Pero vayamos con esta película. Habrá a quien le encante una forma de narrar ausente, contemplativa, casi espiritual; eso está muy bien cuando se nota que el director tiene en todo momento el toro por los cuernos y la cosa no va a desmandarse. EL BOSQUE DEL LUTO comienza con una secuencia fascinante que parece ser menor en el conjunto, un ritual funerario en medio del campo y con una persistente campanilla al fondo. La continuación intenta trasladarnos a una especie de asilo muy parecido al mostrado por Miyazaki en su último film, donde se nos presenta con gran economía a los dos personajes que serán el sostén de la película: una joven enfermera y un anciano con demencia senil. Durante este primer encuentro asistimos a un periplo cámara en mano, de largos planos, muy en la línea del von Trier de LOS IDIOTAS, mientras se intercalan pequeñas "pistas" acerca del porqué de la angustia que embarga a la enfermera y el estrambótico comportamiento del anciano. Luego, adentrándonos en la parte final del film, y tras algunas bellísimas escenas panorámicas, hay una ruptura que no puede dejar de parecerme forzada, lo siento. Ambos personajes ponen el colofón en lo que pretende ser un trascendente poema visual sobre las ausencias no asimiladas y la necesidad de consuelo humano... Muy japonés todo, vamos. Y, sí, a alguien, como dije antes, le recordará a alguna escena de Tarkovski o de Sokurov. Hay lluvia, hay fango, hay lágrimas, hay fantasmas que se resisten a irse, abrazos, empujones, miradas, monosílabos... Muchas cosas, o casi nada, depende. No es recomendable si se está de bajona, mejor después de algún cascajo de Kevin Costner, lo que le hará, inevitablemente, sumar puntos.
Lo digo muy sinceramente: puede que sea una obra maestra, pero le falta alma, algo que es importantísimo.
Saludos en reposo.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

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