lunes, 29 de junio de 2009

En una galaxia muy muy lejana...

Me van a permitir ustedes que utilice este título... Ahora que lo pienso, nunca he hablado aquí sobre STAR WARS... Es curioso...
Bueno, hoy voy a hablar de una película que me parece magnífica y sonrojante a partes iguales, dependiendo de cuál sea el momento elegido de su extenso metraje. Y es que ahora que miles de personas parecen haber (re)descubierto la narración de posguerra con un producto manierista a no poder más y que, para más señas, se emite después de comer, uno no entiende cómo algo de tan escasa calidad es líder de audiencias mientras el único director de cine capaz de trasladar aquel tiempo a una pantalla ha sido sistemáticamente machacado. Pero vamos a dejarnos de estas cosas, que no llegan a ninguna parte. TIOVIVO C.1950 es la colmación de las aspiraciones cinéfilas de José Luis Garci, o eso podría parecer. Un inabarcable fresco de un momento concreto que elude inteligentemente tomar partido por un bando, acaso por la dignidad, y Garci entiende (y yo también) que la dignidad se puede encontrar en cualquier parte y no sólo mirando en una dirección. La dignidad según Garci es un tipo que calcula como una máquina pero sin máquina; y otro que vende libros clandestinamente en los baños de un Café y recita las ediciones de memoria; o la chica que debe vendarse los ojos para sus pruebas de mecanografía; y la vieja beata que vende santos para sufragarse el chinchón; y Alfredo Landa haciendo de Landa; o el equívoco de una cita que no es tal, sino sólo una clase de baile; o el poeta hambriento que come sólo en los recitales; o el reventista secretamente enamorado de la taquillera de un cine; o el director de banco cinéfilo y con vocación de guionista de cine, que va a producir una "coproducción" y acaba trastocando todo el proyecto; y el conserje que escribe a sus padres al pueblo diciéndoles que ha llegado a director de banco. Pero hay una escena inolvidable en TIOVIVO C.1950, quizá la mejor que ha rodado Garci jamás; aquélla en la que asistimos a un insólito espectáculo sólo para privilegiados, un primitivo trasunto de lo virtual, tan manido cincuenta años después. En una sala de fiestas de lujo, un supuesto torero enseña a escasos metros de señoras enjoyadas y puros humeantes cómo se mata un toro; el toro, por supuesto, no es más que un tipo llevando una cornamenta, pero saltan los olés y la cosa termina con una virtual estocada; y es un momento extraño, digno de Buñuel, porque fuera de juicios de valor, esa escena por sí sola es capaz de trasladar a quien no hubiese vivido aquellos años a un momento concreto. Podemos mirar a otro lado, pero estas cosas pasaban. Afortunadamente, ya no.
Saludos alrededor de...

3 comentarios:

Kinezoe dijo...

Una gran película para recrearse, realizada por uno de los mejores cineastas patrios contemporáneos, le pese a quien le pese. Yo la disfruté mucho.

Anónimo dijo...

Por peteneras, como siempre, usted disculpe. Ayer ví La Influencia, ya sabes que la tenía bien apuntada en mi cuaderno azul, prioridad absoluta. Bueno, en pocas palabras, una gran película, de principio a fin, vaya tela cómo empieza Pedrito, su primera peli es un monumento Sr.Vázquez. No se puede decir más con menos, no tiene casi diálogo, ni falta que hace. Al final de la película no le veo tantas interpretaciones, la madre muere y los hijos juegan a la huida en medio del desconcierto.( esto último lo digo para polemizar un poco, es tan aburrido estar de acuerdo en todo ). Es una peli duracomo el acero pero llena de poesía, la escena de la montaña de arena es fascinante. Gracias por tan buena recomendación.

dvd dijo...

Pues sí, alegría y satisfacción por partida doble. Primero por saber que no soy el único que defiende el cine de Garci, porque nunca he tenido claro qué es eso de moderno y antiguo. En las antípodas estaría la propuesta de Pedro Aguilera; un cine hermético y misterioso que ya sabía que le gustaría al llanero solitario. Hay buen cine por ahí, sólo hay que mirar en la dirección adecuada.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!