domingo, 21 de junio de 2009

Divide y perderás

THE SIGNAL pasó por Sitges hará un año y constató un par de cosas: que se puede (y se debe) seguir apostando por la frescura y el riesgo y que este tipo de propuestas suele venir de principiantes inconscientes que acaban por enterrar ellos mismos ideas novedosas, más que nada por una gran torpeza en los desarrollos. Y he aquí un film con el que se pueden explicar perfectamente este compendio de vicios y virtudes.
Lo primero es que está firmada a tres manos, pero a diferencia de títulos insignes como CREEPSHOW o TWILIGHT ZONE, THE SIGNAL intenta componer un todo, una sola historia pese a que sus tres partes están marcadas a trazo grueso. El comienzo es antológico, la continuación no tiene nada que ver con el principio y el final ya no puede remontar porque el daño está hecho. Una curiosa forma de demostrar que las democracias no siempre funcionan...
Así y todo, los primeros 30-40 minutos es de lo mejor que pudo verse en Sitges aquel año. Firmada por David Bruckner, tiene un arranque arrebatador que presenta a dos amantes que deben despedirse, y aunque él le pide a ella que se escapen juntos ella termina por volver a casa. Es entonces cuando en la televisión sólo se emite una psicodélica señal luminosa y por teléfono se oye un extraño zumbido. La chica se pone los cascos con el "Perfect Day" de Lou Reed y sale a la calle, en el garaje se da cuenta de que algo no va bien. La cosa es que la dichosa señal parece haber despertado instintos homicidas en toda la población; la gente se mata unos a otros sin motivo aparente. Lo mejor que le podía haber pasado a THE SIGNAL era haberse conformado con ser un mediometraje de lujo o haberlo dejado todo en manos de Bruckner, porque lo que viene a continuación es otra cosa. Copiando descaradamente al Tarantino más gamberro (algunas escenas son descaradas), Dan Bush pierde el norte y recrea un slasher en clave humorística que no llega a Raimi ni al refinamiento de FOUR ROOMS, así que se queda en una anécdota que destroza una buena idea de salida. El final, de Jacob Gentry, intenta por todos los medios que volvamos a conectar con el principio, con el amante buscando a la chica por un lado y el marido, celoso y enloquecido, por otro, para acabar de manera trillada y edulcorada lo que había empezado siendo una pesadilla a tiempo real. Una pena, la verdad, con lo mal que está últimamente este tipo de cine.
Saludos señalados.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!