jueves, 13 de mayo de 2021

La conciencia inconsciente


 

Conozco gente a la que no le gusta THE INFORMER. A mí me parece una obra maestra. John Ford abre con una secuencia, de más de diez minutos, casi como si fuera cine mudo. Victor McLaglen (pocos oscars más merecidos que el suyo) deambula por la noche dublinesa, envuelto en la niebla y la miseria, que parece haberse agarrado a su raída chaqueta para siempre. No tiene nada con qué emborracharse, ni para comprarle algo a Katie, para que no tenga que venderse por esas calles húmedas y calladas, como una pulpa desquiciada. No tiene nombre, pero le llaman Gypo, quizá porque es lo que grita cuando se emborracha, pero desde que lo expulsaron del Ejército de Liberación no puede hacer otra cosa que mendigar, y no tiene ganas de chillar. Entonces ve unos carteles: los ingleses, esos malditos, buscan a Frankie, su amigo. Ve el cartel, su cara; para los ingleses un rufián independentista, para él... Gypo se agarra entonces el estómago, y el bolsillo, y la conciencia, y lo pone todo a un extremo, y recoge veinte libras que desde el primer momento sabe que no le pertenecen. Y se toma un par de tragos, feliz a medias, y sueña con irse a América y dejar atrás esa niebla de mierda, y esa ciudad de mierda. Entonces, las noticias vuelan en esa ciudad de mierda donde todos se conocen, y Gypo quiere ir a la casa de Frankie, presentar sus respetos a su madre. Y las libras van cayendo de las maneras más absurdas, como si las cogiera un boxeador con guantes. Y John Ford, sin compadecerse, sin juzgar más allá de la observación humanista, nos pone en la misma encrucijada que a ese pobre diablo, al que la conciencia va a martillearle para siempre. Y nos pregunta, mirándonos a los ojos, qué habríamos hecho en su lugar...
Una barbaridad. Obra maestra absoluta.
Saludos.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!