jueves, 2 de julio de 2020

Reloj de plata



Una cosa lleva a la otra. Uno ve un precioso homenaje en imágenes a John Wayne, e inmediatamente cae en la cuenta de lo rápido que pasa el tiempo; tanto, como que hacía nada menos que cinco años que no escribía nada sobre John Ford, y al maestro conviene no olvidarlo nunca. Y entonces busco, elijo, encuentro SHE WORE A YELLOW RIBBON y convengo que no ha envejecido un ápice, y tiene 71 años. Y me encuentro una película soberbia, que no recordaba así, como si hubiera cobrado otra dimensión; más sosegada, más sabia, más filosófica si se quiere. LA LEGIÓN INVENCIBLE (así se llamó aquí) es casi un western cubista, un amasijo de intrahistorias en torno a las últimas horas de un hombre que se retira, aunque se resista todo y más. En apariencia es eso, pero el uso del paso del tiempo, aunque sea breve, permite que todas las subtramas se deslicen con naturalidad, encontrando su punto y momento justos. El capitán Brittles acepta escoltar a la mujer y la hija del mayor, pero al mismo tiempo debe evitar que los indios se hagan con el control de unos territorios gracias a la venta ilegal de rifles. Uno no sabe hacia dónde mirar, se solapa la emoción de Brittles cuando visita la tumba de su esposa e hijo con sus descacharrantes encuentros con el sargento Quincannon (Victor McLaglen); su amistad con los indios, que choca con la obligación de luchar contra ellos; o la caprichosa hija del mayor, jugando con sus dos enamorados (la cinta amarilla del título lo atestigua), y que vuelve escarmentada tras ver cómo se jugaban la vida. Una historia que en otras manos haría aguas, pero que Ford conjuga con mano maestra, sin grandes alardes, y con asombroso equilibrio entre los momentos íntimos y los épicos. Remachando, cómo no, con una pelea casi de cine mudo, y con una fotografía antológica a cargo de Winton C. Hoch, uno de los verdaderos padres del Technicolor, y que se llevó un merecido oscar.
Obra maestra, se la mire por donde se la mire.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!