viernes, 26 de septiembre de 2025

Si los monos hablaran


 

LINK es una de esas cintas que, de una manera u otra, han quedado relegadas a un fondo de catálogo muy desagradecido, cuando revisitarla supone un entretenimiento bastante digno, y que incluso reserva alguna que otra sorpresa formal, gracias a la siempre imaginativa dirección del australiano Richard Franklin, uno de esos artesanos a los que merece la pena rescatar. Con una estructura extraña, Terence Stamp se erige como el protagonista de su primera mitad, para desaparecer por completo en la segunda, interpretando a un excéntrico zoólogo, que contrata a una joven norteamericana (Elizabeth Shue de menos a más) como asistente en la mansión que le sirve como campo de pruebas, en un apartado rincón de la costa escocesa. Allí lleva a cabo sus investigaciones con tres chimpancés: Vudú, Ido y el enigmático Link. Link es intrigantemente inteligente, se viste con ropas decimonónicas y adopta gestos genuinamente humanos, lo que el profesor atribuye a su pasado circense, donde era capaz de manejar el fuego sin asustarse; pero repentinamente, la actitud de Link cambia por completo con la llegada de la joven, convirtiéndola en su particular objeto de deseo. Película irregular, sí, pero que contiene un asombroso trabajo de integración de los animales, dejando en ridículo cualquier bazofia rendida al CGI, con una partitura a cargo de Jerry Goldsmith y algunos momentos perturbadores incluso para el espectador avezado que me considero. Sólo fíjense en la mirada del simio en cuestión mientras observa a Elizabeth Shue completamente desnuda...
Una curiosidad que merece la pena.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!