En algún lugar de una urbanización de Los Angeles, una pareja que ha rebasado los 45, con un niño que se quedará sin hermanos, tendencia a mover mucho las manos mientras discuten problemas del primer mundo que aspiran a imitar sentencias de Montaigne o Wilde, van de aquí para allá mientras se estresan porque van a dar una fiesta. Él es representante de actores y ella era actriz, y él está harto de vivir en el primer mundo y le propone liarse la manta a la cabeza y largarse a algún país centroamericano y vivir sin temor al bypass. Ella le mira con cara de asco, aunque esta mujer siempre (al menos en esta película) tiene esa disgustante expresión facial, y sigue moviendo las manos como si tuviese parkinson. Llegan los invitados, ninguno tiene el más mínimo interés, de hecho no tienen una sola línea de diálogo, excepto un cocainómano egocéntrico y memorizador ocasional de frases de autoayuda y Pedro Pascal, que sale exactamente cuatro minutos, pero la productora estimó que presentarlo como protagonista podría dar a esta cosa titulada THE UNINVITED algún tipo de sex appeal propio de las comedias neoyorquinas sofisticadas. Abominen, porque esto es como pretender capturar el aura de Woody Allen con una cámara desechable. Ni más ni menos...
Lo único salvable, ver a Lois Smith manteniendo el tipo con 94 años.
Saludos.
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