sábado, 4 de abril de 2020

Un solo paso



En la era del cine de la prisa, del trazo rápido, de las opiniones instantáneas en todas partes, hacen falta visiones como la de Noah Baumbach, que en MARRIAGE STORY pondera, examina, disecciona, no se toma las cosas a la ligera. No es para hacerlo, porque lo que se pone sobre la mesa es la salvaje destrucción de un matrimonio desde una disección en canal de todas sus circunstancias y prioridades. Baumbach no hace prisioneros, y advierte que, efectivamente, es él quien está ahí, desnudo y golpeado, dolido y arrepentido, furioso y tierno. El trabajo de Adam Driver, como el de Scarlett Johansson, es de una matización absoluta, preponderantes y casi ubicuos, pero sin buscar protagonismos innecesarios, es demasiado doloroso lo que se está poniendo en imágenes. Hay momentos insólitos, de una composición formal majestuosa y que rebusca en el mejor teatro reciente, pero que además subrayan el enrarecimiento progresivo de una pareja que casi ni sabe por qué se está separando, pero que está a punto de descubrir que ambos pueden acabar destruidos en el trayecto. En este sentido, y junto a multitud de hallazgos, es brutal la escena en la que Laura Dern y Ray Liotta ejercen casi de alter egos de Johansson y Driver, que se limitan a callar y mirar furtivamente, mientras sus abogados se (los) destrozan despiadadamente. Sí, por su puesto que hay que mirar a Bergman, sería la opción más obvia, pero hay un cineasta genuino en Baumbach, uno que lleva unas dos décadas construyendo su propia voz, y que se revela firme y necesario, incluso en un relato tambaleante y lleno de dudas como éste.
No es una obra maestra porque uno ha visto cosas similares muchas veces, pero casi...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!