jueves, 5 de diciembre de 2019

Ríos de tinta #2



La literatura de Francis Scott Fitzgerald suele tener la cualidad de la cocción a fuego lento, de la urdimbre que aún sosiego y pasión, de un sentido de la justicia que tiende a poner a sus personajes en su sitio, sea éste más o menos agradable. De este sentido trágico dio buena cuenta Henry King, en el que a la postre sería su testamento fílmico. TENDER IS THE NIGHT es una película ridículamente maravillosa, o maravillosamente ridícula; una elegía del pijerío extremo, o de cómo un señor normal, por ayudar a una niña bien, de las de problemas inventados, a tener una vida real, se verá arrastrado por esa sociedad de apariencias y traiciones a su propia auto destrucción. Hay un 99% de la vida del propio Scott Fitzgerald aquí, sus obsesiones y cadáveres bajo llave, y el trabajo de Ivan Moffat no fue sencillo, pero es absolutamente necesario imbuirse (o inmolarse) en sus dos horas y media, para terminar constatando de la dificultad de este guion para no caer en la cursilería y, al mismo tiempo, construir con paciencia de orfebre este febril descenso a la insatisfacción y el desengaño. Hay mansiones en la Riviera, sanatorios en Zurich, batas con escudos y fastuosos vestidos de Balmain. Pero también están unos espléndidos Jason Robards y Jennifer Jones diciéndose lo mucho que se quieren y lo poco que tienen que ver entre ellos. Y una partitura de Bernard Herrmann inolvidable.
Porque como decía Keats...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!