miércoles, 3 de julio de 2019

Volando libre



Hay una cosa muy interesante en una película tan poco pretenciosa como BRIGHTBURN, aprovechar los resquicios y ángulos muertos del cine de superhéroes para construir un relato alternativo, que el cómic sí ha explorado abundantemente. Además, el guion de los hermanos Gunn se nutre inteligentemente de toda la imaginería superheroica (fundamentalmente de Superman) para darle la vuelta, sabiendo que nosotros sabemos lo que va a pasar y redoblando el elemento sorpresa. El argumento no es gran cosa: un niño cae del cielo en una granja de Estados Unidos y es criado normalmente, hasta que un día descubre que tiene superpoderes y blablabla... Que de tan trillado parece una broma. No, lo bueno de la película son cosas como lo escueto de su metraje, lo poco que se revuelca en los efectos especiales y la atmósfera malsana que va creando a base de miradas, especialmente de un chaval, Jackson A. Dunn, que da bastante mal rollo. Por el contrario, su exceso de apego a la serie B resuelve situaciones y dilemas complejos a toda prisa (¿Qué diablos hay en el granero? ¿por qué la pulsión criminal?), lo que habría quedado más redondo si hubiésemos accedido a algún dato de la naturaleza del monstruo. De todas formas, me parece una película correcta, que no pretende pasar a la historia, pero de la que podrían aprender algunas franquicias que empiezan a apolillarse por el exceso de azúcar. Yo ya digo, sería magnífico que empezáramos a ver en pantalla el verdadero dilema nietzscheano: "¿Por qué un ser todopoderoso debería albergar buenas intenciones?"...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!