jueves, 18 de julio de 2019

Mirar en la dirección adecuada



Personalmente, Lenny Abrahamson me parece un buen director; no un visionario, ni nadie que vaya a establecer las bases del cine de los próximos años, pero sí un tipo con los suficientes mimbres como para ir forjando una filmografía sólida y personal, que no es poco hoy día. Como los buenos clásicos, el director irlandés imprime una entidad reconocible a cada trabajo suyo, comenzando por una fantástica dirección de actores y una cuidada ambientación, y buscando ese pasito más allá en la resolución de tramas que a veces parecen casi dilemas existenciales. Había mucho de eso en GARAJE y en LA HABITACIÓN, los dos trabajos suyos que he podido ver, y que me dejaron fascinado y con ganas de más. THE LITTLE STRANGER intenta desmarcarse de dos películas que tampoco tienen mucho que ver entre sí, y el resultado es, cuanto menos, extraño. En sus casi dos horas, Abrahamson parece tener en sus manos un modulador de ritmos y emociones, alcanzando momentos arrebatadores, de gran cine, en los más calmos, y perdiendo levemente el norte cuando se imprime algo de acción, que no es mucha tampoco. Durante el tiempo que dura este relato pausado y detallista, tenía la sensación de haber recuperado algo de la esencia de ese cineasta irrepetible que fue James Ivory, sentenciando cínicamente toda una escala de valores sociales, basados en las apariencias y el pensamiento endogámico. Lo que yo siempre he llamado "el trastero de los pijos". Ahí, en la imposibilidad de acceder a un estatus social más elevado, se encuentra Faraday (inmenso, inmenso Domhnall Gleeson), que desde niño ha deseado formar parte de la familia Ayres y vivir en la mansión de Hundred Halls. Ya adulto, y ejerciendo como médico, es llamado a atender a la doncella de dicha casa, donde experimenta de nuevo el placer de estar en un lugar al que cree pertenecer, y del que no se quiere ir tras caer rendido ante Caroline, la hija, aunque no contará con la aprobación de su hermano, desfigurado en la guerra, ni de la madre, que cree sentir la presencia del fantasma de su hija Susi, fallecida siendo una niña. Y contando este preámbulo es mejor detenerse, no porque se cuente mucho más, sino porque se trata de una típica historia de intriga, en la que los sucesos van determinando unas explicaciones que al final devienen desesperadamente retorcidas. El problema es que al tratarse de una adaptación, Abrahamson no puede o no quiere tocar dicho desenlace, que no es que esté mal ni mucho menos, pero hubiese sido una delicia seguir asistiendo a ese tira y afloja emocional entre el enamorado de clase baja y la ingenua pijilla, que aun arruinada es capaz de rechazar a alguien que no tolera náuticos sin calcetines... Ustedes saben.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!