miércoles, 1 de mayo de 2019

Sin vivir en mí



Hay muy poco en BOY ERASED, el segundo largo dirigido por Joel Edgerton, de lo que elevaba su debut, EL REGALO, muy por encima de su premisa de cine de género. Da la sensación de que el cartel "basado en hechos reales" le pesa como una losa a este, por otra parte necesario, toque de atención sobre los fundamentalismos que se esconden tras la apariencia bondadosa de los grandes salvadores espirituales. Se nos cuenta la historia de un muchacho normal y corriente, hijo de un pastor baptista, que es internado en una especie de "escuela" para jóvenes descarriados, donde efectivamente se les someterá a un borrado de su propia identidad y orientación sexual, convenciéndolos de que ello no es más que una enfermedad que puede ser curada. Hasta ahí, las intenciones son magníficas, e incluso se podría destacar a un más que notable elenco, con el joven Lucas Hedges al frente y dos estrellas como Nicole Kidman y Russell Crowe, además del propio Edgerton reservándose el papel más ingrato. El problema está en cómo se aborda todo ello, y en cómo BOY ERASED recuerda más a un telefilm de perfil bajo que a una obra cinematográfica de entidad, con la capacidad para conmover y llevar a la profunda reflexión. Aun así, me parecería injusto pedir a Edgerton que roce la excelencia en cada trabajo. Un trabajo correcto, sólido y que también sirve para cimentar una próxima trayectoria en la dirección.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!