lunes, 31 de agosto de 2015

D. W.: El padre del cine #29



JUDITH OF BETHULIA supuso, en 1914, un inmejorable boceto para lo que Griffith preparaba inmediatamente después, y la demostración de cuán claras eran las ideas de la Biograph al respecto del dominio de la extensión del relato. Se aproximaba el tiempo de las superproducciones, repletas de extras, con inmensos decorados y el gusto por la puesta al día de los "grandes temas", y por supuesto no podían quedar al margen los motivos bíblicos.
Pese a adolecer de una estructura algo repetitiva, JUDITH OF BETHULIA ofrece una claridad de desarrollo narrativo estimable en los poco menos de cincuenta minutos que aún se conservan de su hora larga de duración, además de una ambientación y vestuarios de una minuciosidad que aleja cada vez más al cine del teatro, tanto en fondo como en forma. Es ésta la historia de Holofernes, el devastador general de los asirios, que asedia incansablemente la ciudad de Bethulia, gran bastión de los judíos. Holofernes literalmente se aburre de la destrucción que causa diariamente, sin que le importe la pérdida de vidas humanas, por lo que mitiga su pereza existencial con bacanales empapadas en vino; esto es advertido por la joven Judith, que logra seducir al general e introducirse en sus aposentos. Toda esta secuencia, culminada por la famosa escena, tantas veces reproducida en pinturas, de la decapitación de Holofernes, es el punto fuerte de este irregular film, que se hubiese quedado en una gloriosa anécdota de aquel incipiente Hollywood si no fuese porque Griffith tenía preparado el vuelco total al concepto de lo que tenía que ser una película, pero sobre todo lo que podía llegar a ser.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!