jueves, 22 de enero de 2015

Un juicio justo



James Franco se quedará por el camino... o triunfará. El actor, desde hace algún tiempo metido a director, está buscando en la literatura americana más estimulante glosar una especie de estética propia que le permita tanto poner imágenes a obras aparentemente inadaptables, como encontrar un camino autoral al margen de la industria. Esto sólo puede salir muy bien o muy mal, y dependerá de la habilidad de Franco para intuir qué debe ser puesto en imágenes y qué no. En CHILD OF GOD, por ejemplo, la obra de Cormac McCarthy es un bálsamo que actúa sobre cualquier tendenciosa tentación de "barroquismo naturalista". Quien le haya leído, sabe de su prosa al mismo tiempo fluida y sincopada, desnuda y descriptiva. Pero es literatura, y en el cine es más complicado sugerir, porque todo está (aparentemente) más expuesto. CHILD OF GOD contiene tres partes bien diferenciadas: el brutal encontronazo con Lester Ballard; la brutal peripecia del propio Ballard, una vez ha sido rechazado por la gente (así, en general); y, por último, la brutal caza a la que es sometido como un animal. Si Lester Ballard es un hombre o un animal depende de quién le juzgue; en todo caso, no parece que pueda haber un juicio justo sobre un ser que elige la soledad absoluta como único consuelo a la imposibilidad de ser socialmente aceptado. Ahí la película cobra fuerza, porque no juzga a Ballard, tan sólo lo expone ante nuestros ojos domesticados y sociales; y podría haber sido así todo el tiempo, pero Franco no es un director con tablas ni oficio, y su discurso peca de coherente, por increíble que parezca. CHILD OF GOD es un muy buen film que casi nadie va a comprender, porque sus formas no son las esperadas; no es ni un thriller, ni un relato de terror, ni una denuncia, aunque todo esto esté contenido en sus poderosas imágenes, a mayor gloria de un Scott Haze al que habrá que seguir la pista de aquí en adelante. En todo caso, queda tatuado en nuestra memoria reciente como una adaptación valiente y terriblemente emocional; cine vibrante y que descubre a un cineasta que, aún por pulir, sabe qué íntimas cuerdas pulsar en su discurso.
Muy recomendable.
Saludos.

No hay comentarios:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!