lunes, 18 de noviembre de 2013

El dolor



Hace ya tiempo que leí unas declaraciones de Jaime Rosales en las que el director barcelonés afirmaba que su carrera cinematográfica tenía una fecha de caducidad consciente. Antes, supongo, y mientras le aguanten los patrocinadores, seguirá haciendo lo que la mayoría de directores en este país debería (intentar) hacer, que es ir a la contra. De cualquier forma, el hecho de que cada film de Rosales haya conseguido no poner de acuerdo a nadie ya es, de por sí, un síntoma de que al enfermo le quedan vacunas... y que se las pone. SUEÑO Y SILENCIO no es ni TIRO EN LA CABEZA, ni LA SOLEDAD y ni mucho menos LAS HORAS DEL DÍA, y sin embargo comparte con todas ellas un desolado punto de vista hacia la muerte, y quizá más emparentado con la historia que le dio el Goya, pero guardándose mucho de obviar incrementos de pasión y jugando en el alambre con un tratamiento de la imagen que a una parte de la crítica (no diré cuál) le parecerá naftalínico e impostadamente naturalista. A mí me parece que lo que obsesiona a Rosales terminará por devorarlo, y que, a menos que su aviso de cese no sea un farol, haría bien en no abusar de su buena suerte. Y es que la superelipsis que llega tras el quiebre de la imagen, justo para dejarnos caer que la ausencia es irremplazable, es seguida por una imagen demasiado evidente (un entierro, ni más ni menos, aunque sea de lejos), por lo que resulta imposible ensayar una mise en abyme, que, de así haber sido, hubiese roturado la fractura emocional por la que pasa su protagonista involuntaria, una Yolanda Galocha que termina siendo la gran ganadora de este film sombrío e incómodo, casi un tratado sobre el dolor más insoportable por cuanto no nos ocurre directamente, el dolor de la pérdida más terrible. Es, de todas formas, una suerte que SUEÑO Y SILENCIO sea su cuarta película; no ya porque estemos convenientemente sobre aviso, sino porque no iremos de nuevo a la yugular y la veremos como lo que es: un tipo de cine más bien difícil de encontrar en nuestro país. Y que dure.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!