jueves, 7 de noviembre de 2013

El exilio de los dioses



Hay un problema de fondo en un documental como STONES IN EXILE, que intenta recrear el ambiente de ensueño que rodeó a los Rolling Stones en la mansión que Keith Richards alquiló en Villefranche-sur-Mer, una vez sabían que en el Reino Unido la Hacienda pública iba a masacrarlos por no pagar una deuda en crecimiento. Lo primero es que resulta complicado encender un clic en la imaginación, llevarnos de la mano a un lugar que se debatía entre lo sublime y lo caótico, pero no lo es menos empezar el recorrido con Mick jagger y Charlie Watts, convertidos en venerables ancianos que sorben té y charlan amigablemente, y terminarlo con un Keith Richards que posiblemente es el único que sabía la fórmula perfecta para gestar un disco como Exile on Main St., casi con toda seguridad la obra cumbre de los Stones... aunque en esto jamás nos pondríamos de acuerdo.
Es Stephen Kijak un excelente documentalista, poseedor de un pulso encomiable para seguir lo que se nos está contando, pero hay un abismo entre su poderoso acercamiento a Scott Walker y la senda repleta de migas de pan que es este fallido documento, que casi parece más un encargo de promoción que otra cosa. Y Richards lo desvela en el momento más lúcido, cuando con su eterna sonrisa se dirige a sus compañeros (fuera de campo, es evidente) y dice que Exile... no fue un disco, sino la plasmación de varios meses de convivencia completamente al margen de lo que una convivencia se supone que debe ser. Y, sí, también sale Bill Wyman, y Mick Taylor... y un montón de gente más que no se sabe qué leches pinta, pero que rellena.
Mejor escuchen el disco.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!