miércoles, 29 de mayo de 2013

Pero ríase, desgraciado



Siempre se ha argumentado, con mayor o menor precisión, que existe una distancia insalvable entre la comedia clásica española y la italiana, y que, más allá de los "trasvases" que se han producido entre los nombres más importantes de ambas cinematografías, presenta un problema que podríamos definir de "actitud". A mí me parece que algo de eso hay en un título fundamental para mirar con extrañeza a uno y otro lado y comprobar que los mismos espacios se pliegan hacia motivos diferentes. En A CAVALLO DELLA TIGRE, Luigi Comencini dibujaba una sonora mezcla tragicómica en la que sobresale la triste figura de un pobre diablo interpretado deliciosamente por Nino Manfredi y cuyo posterior devenir quedará perfectamente plasmado en la estrambótica secuencia inicial, en la que el pobre Giacinto, desesperado por su situación económica, idea un asalto ficticio para poder pedir una indemnización. No sólo acabará autolesionado, sino que será descubierto por un pescador que pasaba por allí (el colmo de la cutrez) y será encarcelado por fraude. Tras tres años siendo el hazmerreír de la cárcel, donde será constantemente utilizado tanto por los demás reclusos como por los guardias, Giacinto sólo espera la recta final de su condena, aunque se verá forzado a participar en una fuga, convirtiéndose así otra vez en un fugitivo. Con una complejidad mucho mayor de lo que se podría pensar viendo los elementos que la componen, es difícil pensar que este guion se hubiese podido desarrollar en España hace cincuenta años, excepto si pensamos en Berlanga... ¿Que qué podría haber cambiado (yendo un poco más allá) Azcona? Puede que al culpable de tantas desdichas. Y es que sólo el destino puede aparecer tan caprichoso...
Saludos a rayas.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!