viernes, 17 de mayo de 2013

A Dashiell Hammett



Ha sido una suerte para este blog que el que esto escribe, por los motivos que sean, no haya echado mano antes de uno de los dípticos más imprescindibles para comprender cómo el abismo insalvable que existe (y siempre existirá) entre el cine americano (así escrito) y el español, tratado con inteligencia y sabiduría (que no son la misma cosa) puede dar como resultado una obra 100% autóctona; todo lo referencial que se quiera, pero hablando más "de lo nuestro", que "de lo suyo", que ya está trillado un rato. En pocas palabras, EL CRACK es el mejor trabajo de José Luis Garci, el que mejor ha sabido aprovechar el ensimismamiento de su autor en beneficio propio; un film a la vez austero y florido, con tanto fondo como forma, que sabe darle importancia a los aspectos más relevantes y, sobre todo, que dejará para la posteridad eternidad a uno de esos personajes que definen a uno de los mejores actores españoles de todos los tiempos, Don Alfredo Landa dando la razón a los que siempre hemos pensado que en el nauseabundo cine franquista (yo es que lo llamo así) había mejores profesionales que ideas. Germán Areta es un Bogart imposible para Hollywood, porque no me imagino a Danny DeVito o a Mel Brooks interpretando a un detective privado tan cercano y amigable como frío y duro cuando las cosas se complican. Areta (curiosamente, segundo apellido del actor) es amigo de sus amigos, con los que comparte no pocas veladas, un hombre de costumbres sencillas que acude puntualmente a su barbero de toda la vida, que dice que ha estado en New York, y es aficionado al mus y al boxeo; pero el trabajo de Areta está entre toda la mierda de la sociedad, y tiene que abrirse paso entre políticos corruptos, yonquis, ladrones..., por eso su rostro es una mezcla de fría impasibilidad y honestidad contenida, casi despreciativa. En EL CRACK, lo que Garci propone es un trabajo más para este antiguo policía (del que apenas se esboza por qué abandonó el cuerpo), que acabará como una peligrosa obsesión, precisamente cuando este hombre, quizá el último hombre íntegro, se dé cuenta de que está rodeado de miserables que se venden por un plato de lentejas. Tiene, desde luego, sus licencias, y gordas, como establecer todo su desenlace nada menos que en la Gran Manzana, pero EL CRACK quedará también como un retrato marcadamente nostálgico de un Madrid ya irreconocible, a caballo entre su pasado y lo que ahora es un anodino presente. Una obra maestra del cine, le pese a quien le pese, con unos diálogos absolutamente maravillosos y que yo dedico humildemente (tal y como Garci encabezaba con su sentida dedicatoria envuelta en la tristísima música de Jesús Glück) a un genio de la interpretación de todos los tiempos.
Saludos.


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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
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