sábado, 28 de enero de 2012

Un testamento inacabado



Nos cogió a contrapié el trágico fallecimiento de Theo Angelopoulos, el cineasta griego más importante sin que nadie pueda discutirlo con argumentos. Y qué mejor para rendir homenaje a su memoria que con una de sus mejores películas, la que debió ser la primera parte de una trilogía dedicada a la historia de Grecia a lo largo de todo el siglo XX. ELENI es una historia de amor trágico, incondicional, destructivo; la historia de Alexis y Eleni, quien fue adoptada por la familia del primero en la huida de la comunidad griega en Odessa tras la entrada del ejército ruso, a principios de los años veinte. El padre de Alexis quiere casarse con Eleni al fallecer su esposa, pero ésta huye con Alexis sin rumbo fijo, únicamente para escapar de un futuro no deseado. A partir de ahí, todo parece volverse en contra de la joven pareja, que es "adoptada" por la troupe de Nikos, que queda prendado de la habilidad de Alexis con el acordeón. Huir, esconderse, sobrevivir; ésas serán las únicas premisas de quienes quedan atrapados en mitad de un conflicto, y de ahí a la Segunda Guerra Mundial, con América en el horizonte y el viejo pueblo hundido bajo las aguas. En ELENI, Angelopoulos apela a nuestro poder de evocación y a cómo podemos percibir unas imágenes que podrían ser cualquier cosa, significar cualquier cosa, incluso lo que hemos tenido ante nuestros ojos; pero ELENI también funde esa tambaleante historia griega en la figura de una joven que pierde paulatinamente a sus padres naturales, al adoptivo que pretende ser esposo, al real que pasaba por hermano y, finalmente, a sus propios hijos, también enfrentados por la guerra. Es una de esas historias terribles y bellísimas, contadas con un pulso especial, sin agobios ni premuras, y, en mi opinión, incluso de metraje corto (170 minutos); una obra mayor de un director minoritario, laureado en festivales pero ninguneado por la crítica oficialista. Supongo que ahora se hablará un poco más de él... o no... Quién sabe. Vean su cine en cualquier caso, es un gran antídoto contra la burricie...
Saludos helenos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!