martes, 10 de enero de 2012

La nostalgia del porque sí



Pupi Avati es un viejo zorro proveniente de la década de los setenta, en la que el cine italiano empezaba a darse cuenta de que el neorrealismo estaba muerto y enterrado, Pasolini también, y sólo parecían quedar dos alternativas válidas: frivolidad o militancia. Creo que sobra hablar de cómo convivían entonces los Taviani u Olmi junto a los Castellari o Corbucci de turno; pero es significativo el estado de la comedia italiana, que ya desde la década anterior lograba salvar los muebles con dignidad y, sobre todo, un loable sentido de la industria. Hablamos de Comencini, Risi, Rossi y sus colaboradores habituales, casi un engranaje al margen que producía beneficios casi sin quererlo y sin demasiadas pretensiones ¿Es posible trasplantar esa determinada comedia, ese modelo, a la época actual, teniendo en cuenta que todos sus resortes están más que vistos y superados? En la pregunta está la respuesta: no. Una cosa es servirse de cierta idiosincrasia y otra que funcione sin cambiarle una coma. Y el ejemplo perfecto es GLI AMICI DEL BAR MARGHERITA, amontonada comedia coral en torno a un bar, el del título, donde se arraciman personajes del más diverso pelaje a mediados de los años cincuenta. Tópico tras tópico, están el tontolabas que quiere ir a San Remo pese a que no canta un pimiento; el ligón impenitente; el borrachín melancólico; el patriarca autoritario; las mozas bamboleantes; el guasón estrambótico y un chaval, presumible trasunto del propio Avati, que asiste con una mezcla de nostalgia y fascinación a un carnaval de la humanidad, entre partidas de billar, borracheras locuaces y pequeños retos cotidianos. Esto podría haber dado como resultado una comedia digna, quizá en otro tiempo, pero hace mucho que Pupi Avati ha renunciado a dotar de un fondo reconocible a sus trabajos, lo que no es extraño teniendo en cuenta la velocidad a la que rueda desde mediados de los noventa, convirtiéndose en una especie de "funcionario amable" que se queda sin fuerzas para el más mínimo gesto crítico o irónico, a no ser que uno hubiese vivido aquella época encerrado en la misma burbuja que el protagonista de esta ínfima película que pasará sin pena ni gloria... Mientras tanto, Avati sigue rodando sin parar...
Saludos costumbristas.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!