viernes, 6 de enero de 2012
El sistema siempre estuvo ahí
Aparentemente, la historia de Robert Kearns, más que para un film de denuncia, daría para un sketch de Monty Python o un monólogo de Arsenio Hall... Y sin embargo, aun teniendo en cuenta que esto no es (por mucho que lo parezca) TUCKER, y Marc Abraham, reputado productor, jamás será Coppola, lo cierto es que FLASH OF GENIUS tiene su pequeño punto de interés a medida que nos vamos enterando exactamente de cuáles son sus verdaderas (y loables) intenciones. Kearns es un atildado profesor de universidad a principios de los felices sesenta con una estupenda mujer y seis hijos que a base de esfuerzo y perseverancia, y en el garaje de su casa, que es donde (según los americanos) nacen los grandes sueños, logra fabricar el primer parabrisas automático; efectivamente, el que hoy día tenemos usted y yo en el coche. Después de patentarlo se pone en contacto con las grandes marcas (Ford, fundamentalmente), pero, pese a que el invento supondrá una revolución, ninguna está dispuesta a dejar los derechos de fabricación en manos del propio Kearns. En un desarmante ramalazo de tozudez/integridad, Kearns decide no vender su patente, con la consecuente sorpresa de que, ya filtrados sus planos, el sistema es lanzado por la Ford al margen de su inventor, con la única explicación de que "no es exactamente el mismo sistema". A partir de aquí, lo complicado para Abraham y su guionista es convencernos de por qué un hombre es capaz de arruinarse, perder su reputación y hasta ser condenado a la cárcel en lugar de aceptar un cheque millonario que hubiese dado placidez económica a varias generaciones suyas. Puede que nos choque esta actitud hoy día, pero esto ocurrió realmente, pese a haberse mantenido en las tinieblas de la burocracia. Supongo que la intención es esa, dotar de coherencia a un relato siempre en el alambre, dos horas sustentadas por una aceptable interpretación del irregular Greg Kinnear y esporádicas apariciones de Alan Alda y Dermot Mulroney. Sí, el sistema es muy malo y todo eso, pero no basta una narración tan lineal y rutinaria como ésta para convencernos; mejor vean TUCKER...
Saludos patentados.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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