jueves, 19 de enero de 2012

Prodúceme



A apenas cuatro años de su estreno, una de las conclusiones (prácticamente la única) que con más persistencia sigue suscitando WHAT JUST HAPPENED? es que es casi imposible saber a dónde quiere ir a parar su guionista primero, el productor Art Linson, y su director, Barry Levinson, después. Porque en un juego metatextual (que en el plano planteamiento del film simplemente no existe, y no creo que ni se haya llegado a barajar como posibilidad) no nos queda muy claro si se trata de una (extraña) venganza del propio Linson hacia un business system hollywoodense que, suponemos, no le permitió auspiciar los proyectos que a él le hubiesen parecido más decentes. Por otra parte, y teniendo en cuenta el tono general de comedia (y la definición se me acaba de ocurrir: imaginen una comedia dirigida por Apatow con casi setenta años...), a lo mejor se trata de una broma privada, demasiado intrincada para ser entendida por nosotros, simples mortales que sólo (jeje) podemos aspirar a "pagar una entrada de cine". Aunque, finalmente y para no dedicar mucho más espacio y tiempo a lo que no lo merece, lo que con más fuerza acaba resonando tras sus eternas dos horas es algo aparentemente tan raquítico como esa vieja leyenda del lobby judío, puede que arrinconado tras varias décadas de esplendor y hasta omnipotencia en el olimpo dorado del séptimo arte. Ya saben, no me lo tengan en cuenta; una reseña diaria desde hace casi cuatro años nos llena de dobleces, la mayoría de ellas infundadas... En fin, a lo mejor es que la película es mala de narices... y punto...
.ברכות

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!