lunes, 9 de enero de 2012

Inventariar y ordenar



Qué complicado es sorprenderse hoy en día; y no sólo lo digo por el cine, sino por cualquier cosa que hagamos o veamos. Es complicado ingresar en ese terreno que antes parecía un divertimento más, simple expansión y, por tanto, accesible al menos; ahora a todo le pedimos un plus que, en la mayoría de ocasiones, no es factible que nos sea dado, por mucho que nos desgañitemos en nuestro recién estrenado esmoquin de usuario multimediático y suprainformado reclamando lo que consideramos indispensable. Lo nuevo, la novedad, el giro de tuerca y el salto mortal; no se disfruta así de una película, aunque a veces, hartos de las rutinarias producciones que se suceden en desbandada, puede que sea casi lo único rescatable... cuando lo hay, claro. En estas estaba una curiosa película estrenada el año pasado y que atendía al nada sutil título de THE LAST EXORCISM. El título, ahí ya se nos disipan muchas dudas y nos entran los pesares (¿Otra de exorcismo? ¿Y si va de otra cosa?... No seas cazurro ¿cómo va a ir de otra cosa con ese nombre?). Pues eso. Y sin embargo, este film, casi sin pretenderlo, casi pidiendo perdón por la herejía que está a punto de cometer, consigue rozar el milagro de colocarnos otra vez ante algo novedoso al tiempo que gratificante. Sin inventar nada (pero inventariando todo el catálogo de poses), se nos empieza a meter por el aro impúdicamente, mostrando sin dobles lecturas que estamos ante "otra peli de cámara en mano", para terminar viendo otra cosa muy distinta. Incluso podría afirmar que la anécdota del supuesto exorcista/showman/psicólogo de barrio interpretado magníficamente por Patrick Fabian (uno de esos ignotos actores de TV de talento tardío) apenas importa por lo que debería importar, sino por ser quien crea el clima de extrañeza y "nos convence" de que todo es una pantomima. Empeñado(s) en encontrar el truco, nos topamos con un punto de no retorno que no esperábamos, nos alegramos con la explicación dada y adiós muy buenas... pero como aún queda media hora para el final (la bala en la recámara), es entonces cuando nos agitamos intranquilos y con media sonrisilla en la boca ¿qué ha de esperarnos en ese final una vez parece que todo ha acabado? Se habrán dado cuenta de que he prescindido de contarles casi nada de la película, por no chafársela demasiado y para que sean ustedes mismos los que descubran ese misterioso y muy sutil cambio climático (o anticlímax desordenado) y juzguen si les ha merecido la pena. A mí me la mereció.
Penúltimo saludo.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!