sábado, 21 de enero de 2012

Un posible buen comienzo



Se podrá decir todo lo que se quiera decir (o todo lo que se pueda, antes de que te lo censuren) sobre TODAS LAS CANCIONES HABLAN DE MÍ, culparla de un montón de males que atañen al estado del cine español y tildarla de "absurda, pretenciosa e inmadura". Vale. Pero lo que no se puede negar es que la ópera prima del hijo de Fernando Trueba, aun con su impúdica exhibición de tics perfectamente aprendidos, fundamentalmente provenientes del cine francés y del de Woody Allen (especialmente éste), consigue un par de cosas que a mí me parecen importantes estando en el país en el que estamos. Lo primero es desplegar unos diálogos ágiles, ingeniosos y bien trabajados, donde los lugares comunes son perfectamente conscientes de serlo y cada escena lleva a otra donde no tenemos la sensación de haber estado antes. Lo segundo es envolver con aquello que antaño conocíamos como "la magia del cine" lo que de otra forma hubiese quedado como una burda sitcom televisiva. TODAS LAS CANCIONES HABLAN DE MÍ es más forma que fondo, lo reconozco; pero su forma presiona resortes, encandila con sus diabólicas dobles intenciones y además fía casi todo el sentido de su existencia a un personaje que, si por mí fuera, merecería ser manoseado incontables veces en trabajos posteriores; efectivamente, a la manera de Antoine Doinel. Aquí no verán "wassaps", "cibers" y zarandajas en las que andan metidas estas generaciones actuales, la juventud de Jonás Trueba, la que ahora queda a un paso de la treintena, se mueve por librerías y cafés donde fuman y discuten de películas y libros; jóvenes con bufanda que no saben bailar y suplen sus inseguridades con una arrogancia intelectual que les hace encantadores en su desfachatez sentimental. De cama en cama, y sin saber muy bien cómo ocurre tal cosa, Ramiro intuye que la aventura va ya tocando a su fin, lo que se nos va indicando en los desastrosos encuentros con antiguos amores y, sobre todo, en la escena final, mucho más arriesgada de lo que parece y cuyo fundido no es visual sino sonoro. No busquen una película excelente, eso pídanselo a los que llevan rodando diez o quince años, simplemente disfruten con una peliculita que parece salida de otro tiempo y otro lugar, nunca de esta cinematografía nuestra tan gris y monótona. Y si no ¿cómo diablos creen ustedes que empezaron a formarse los que ahora se jactan de "viejos cinéfilos"?...
Todos los saludos son para ustedes.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!