sábado, 4 de diciembre de 2010

La avaricia rompe el saco



A SIMPLE PLAN es la mejor película de Sam Raimi, un tipo que de vez en cuando demuestra que sabe dirigir y la mayoría de las veces parece empecinado en lo contrario. Enclavada justo entre sus maravillosas locuras de juventud y la claudicación a la industria en la que se encuentra actualmente, esta terrorífica película, que paradójicamente no es de terror, da buena cuenta de las miserias del ser humano en clave trágica. Tres tipos que viven en un pueblecito en algún lugar de la deep America encuentran un avión estrellado y cubierto por la nieve; dos de ellos son hermanos, y uno de los hermanos es el típico tonto del pueblo con pocas luces, o eso parece. Resulta que el avión, además de un piloto muerto, contiene nada menos que 4.500.000$: el principio del fin. Lo que en un principio es un regalo de los dioses se convertirá en una maldición cuando los tres decidan no devolver el dinero y guardarlo un tiempo antes de repartirlo. Billy Bob Thornton está estupendo en su papel de idiota que irá revelándose como el único personaje capaz de pensar con elocuencia; mientras que Bill Paxton encarna con igual fortuna a un esposo diligente y abnegado que trabaja como contable y que parece el más inteligente de los tres (el tercero en discordia es un borracho sin trabajo conocido), pero que no es más que un soplapollas sometido a la pérfida tiranía de su mujer (¿qué diablos ha sido de Bridget Fonda?), un maquiavélico personaje disfrazado de ángel capaz de dictar órdenes en la sombra incluso horas después de dar a luz. Los tres acuerdan a regañadientes que sea Paxton quien guarde el dinero, dejando pasar el tiempo suficiente para que el avión sea descubierto y esperar acontecimientos. El gran acierto de A SIMPLE PLAN es la fluida adaptación que Scott B. Smith, moroso autor de sólo dos novelas, hizo de la que fue su primera y aplaudida obra, y que obtuvo la nominación a los oscar; una narración en caída libre que logra poner en pie una vorágine de situaciones que siempre bordean lo ridículo y lo impensable, y sin embargo conforma una hipnótica película de dos horas, a cuyas cotas de calidad no ha vuelto a asomarse un Sam Raimi más pendiente de los dictados de la taquilla que de aquel antiguo desparpajo que nos cautivó en sus primeros trabajos. Rescátenla ahora que aprieta el frío.
Un buen saludo para todos ustedes.

1 comentario:

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!