jueves, 16 de diciembre de 2010
The Sherwood tales #4
Y en esto, llegó la Disney. No podía ser de otra manera, porque el personaje se prestaba abiertamente a ser abducido por el buenrrollismo disneyano; pero, al contrario de lo que muchos creen, la primera adaptación de la factoría del ratón no fue la que todos conocen, la de dibujos animados, que llegaría nada menos que veinte años después de la que presentamos hoy aquí. THE STORY OF ROBIN HOOD AND HIS MERRIE MEN es la edulcoración de lo que se supone que no puede edulcorarse más; una historia blanca blanquísima, donde nadie muere y hay alegres cancioncillas cada diez minutos; Disney puro y duro, por si pensaban otra cosa. Por contra, hay un puñado de buenos actores, británicos en su mayoría, que dan la talla en una producción tan dudosa como ésta. Así, Robin está interpretado por un lampiño Richard Todd, de aspecto más juvenil que sus predecesores y con una relación ultravirginal con una Marian a la que se le ve la cremallera del vestido ¿?. Y dando la réplica al arquero más famoso de todos los tiempos, encontramos nada menos que a un irreconocible Peter Finch, que sale poco como sheriff de Nottingham pero le basta para barrer de la pantalla cada atisbo de ñoñería. Dirigía un inefable de la Disney, Ken Annakin, probablemente el único director de cine al que he envidiado abierta y subrepticiamente. Tengo mis razones. Annakin tenía pinta de ser feliz de oreja a oreja y parecía salido de la comarca hobbit por lo menos; fumaba en pipa, llevaba gabardina, vivió casi cien años y encima inspira el personaje clave de Star Wars... En fin, si les pica la curiosidad no sé si esta rareza está disponible actualmente en DVD que no sea sin subtitular, pero si quieren pasar una invernal tarde de Domingo junto a los más pequeños, comiendo dulces y saltando en el sofá, no lo duden, ésta es su película.
Y les dejo con la pegadiza coplilla que cantaba el juglar Allan-a-Dale, interpretado por un inolvidable Elton Hayes. Saludos trovados.
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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...
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