jueves, 2 de abril de 2009

Sobre el terreno

Se ha recreado varias veces, en cine nos referimos, la enigmática figura de Juana de Arco, aquella muchachita que guió al pueblo francés contra los invasores ingleses, tocada por un halo divino... bla bla bla... Sí, porque el rollo este ha servido, entre otras cosas, para mostrar la sinrazón del fanatismo religioso (Dreyer), el lucimiento de una actriz como Ingrid Bergman (Fleming) e incluso como vano intento de (re)inventar un cierto énfasis realista y sucio... o al revés, que fue lo que perpetró Luc Besson hace poco.
Pero existe una obra de principios del siglo pasado que quiso ir más allá en el dibujo de tan controvertida figura, restándole gran parte de su misticismo y dándole una apariencia más mundana, casi näif. La obra era SAINT JOAN y la firmó un agnóstico tan destacado como George Bernard Shaw. En 1957, un atormentadamente católico Graham Greene adaptó la obra de Shaw y el gran Otto Preminger la puso en imágenes. La película supuso el debut de una muchachita de aspecto varonil y un inusual desparpajo para su inexperiencia; era Jean Seberg, la mítica actriz que, como todos saben, luego pareció no poder desprenderse del propio malditismo irradiado por la dama de Orleans.
La película mantiene un extraño tono burlesco que no terminó de calar en aquel tiempo; los cinéfilos seguían teniendo presente la estremecedora interpretación de Renée Falconetti y una gran devoción por la rotunda visión de Dreyer. No es de extrañar, la cinta danesa sigue siendo una cima; pero yo la separaría inevitablemente de la de Preminger. Primero por los ingeniosos diálogos (algo teatrales, eso sí) ideados por Greene, que funden lo medieval y lo contemporáneo, y colocando a la "santa" Juana de Arco en un ámbito insólito, el de la crítica moral a través de la descalificación sistemática de los poderes fácticos (iglesia, monarquía...), aquéllos que la condenaron a la hoguera por herejía. No hay resentimiento esta vez, sólo un magnífico deseo de recapacitación que sólo podía ser alcanzado dejando de lado todo rastro de religiosidad, lo que revaloriza aún más el estupendo trabajo de Graham Greene, erigido aquí casi en el auténtico autor del film.
Ardientes saludos.

1 comentario:

Gloria dijo...

A la pobre Jean, entonces debutante, le cayeron muchos palos por el papel... la Saint Joan de Shaw es, por lo visto, el equivalente femenino de Hamlet en la escena inglesa, uno de los máximos retos a los que aspiran enfrentarse las actrices de habla inglesa.

Pero lo que Seberg no aporte en tablas escénicas lo aporta dando a su personaje una frescura y una vulnerabilidad que hay que apreciar... Tal vez no llege a ser la santa icónica, o la mujer fuerte que inspira a reyes y capitanes, pero ciertamente es creible como una muchachita de Domremy metida en un fenomenal embolado. Y el pelo corto le sienta muy bien.

Me sorprendió ver a Richard Widmark como el Delfín... Acostumbrada a sus matones, la verdad es que su Carlos de Francia es toda una (agradable) sorpresa.

P.S.: de la truculenta versión de Besson salvaría la interpretación de Milla Jovovich

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!