domingo, 26 de abril de 2009

Derrotados y vencidos

La honestidad, siempre la maldita y desesperada búsqueda de veracidad en el cine, curiosamente ha resquebrajado más de una buena propuesta. Esa difícil e indomable senda de "realidad filmada", por imposible, por lastrante, por aburrida.
De vez en cuando surgen pequeños e imprevisibles trabajos que se resisten a ser criticados de una forma convencional; verdaderos puntales de esa rígida concepción tan fascinante como desconcertante, tan transgresora como respetuosa. Cine al fin y al cabo. Cine equidistante del documento y del relato narrado.
A mí no me parece casual la Palma de Oro lograda por ENTRE LES MURS, hay, ahora mismo, demasiadas cosas en juego en torno a la educación. La educación, la escuela, que ya no es tal, sino que se ha convertido, más que nunca, en una semiprisión donde recluir a esos delincuentes potenciales, lejos de la calle, a donde volverán inevitablemente.
Hay en el impresionante film de Laurent Cantet un extraño aire de renuncia, como si la narración misma se apartase de cualquier convencionalismo, tanto estético como moral; dejando todo en manos de tres o cuatro verdades inamovibles como esos zoquetes en sus asientos, incapaces de darse cuenta de su negro destino, negrísimo si tenemos en cuenta el acertado hincapié que hace en el delicado tema de la inmigración, que en Francia, y cuando muchos creían que constituía algo perfectamente superado, resulta que la cosa está tan fea como aquí, por ejemplo.
Porque ENTRE LES MURS es una película tan precisa como libre, y en su aparente ingenuidad estructural (una clase, los alumnos rebeldes, el maestro idealista) esconde una bomba que YA nos ha estallado en las narices: El mal llamado primer mundo es racista, egoísta, excluyente, cínico y lo peor de todo, ingenuo al creer que posee la solución al problema que él mismo ha creado. El gran acierto de ENTRE LES MURS es no escatimar el desolador fracaso del maestro, impecablemente interpretado por Françoise Bégaudeau, autor asimismo del libro que contaba su propia y desoladora experiencia como maestro.
Tremendo ¿no?
Saludos de un antiguo rebelde, ahora domesticado...
... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!