miércoles, 22 de abril de 2009

El último final

Sólo hay algo absolutamente cierto en esta vida: que se acaba.
Tener esa certeza, arrastrarla con todo el peso de lo definitivo, es una proeza de titanes. Bergman encontró en el cine la forma de soportar ese peso, de mostrar su intensidad e inevitabilidad; al mundo, los espectadores, a cualquier alma sensible.
He tenido que volver a Bergman, ha sido inevitable. Su cine sigue sin encontrar contestación en nuestro tiempo, que nunca fue el suyo; evitar SARABAND es un lujo que no pensaba proporcionarme.
SARABAND es la última película que filmó Bergman, un oscuro transitar por algún tipo de redención. Y no estoy de acuerdo con quien ve en ella la continuación de SECRETOS DE UN MATRIMONIO, fundamentalmente porque no hace falta haber visto ésta para diluirse en la fascinante quietud de un film desgarrador, de una belleza sórdida e incuestionable desde una primera secuencia en la que Liv Ullmann y Erland Josephson, cercanos, distanciados, desencantados, desgranan esos últimos secretos que les faltaban por desvelar. Ya no queda nada inconfesable entre ellos. Sí para los que llegan, los que van chocando entre ellos sin saber por qué. Ahí, Bergman no cauteriza absolutamente nada, sino que hurga más y más con el punzón hasta que sale la pus, hasta que el dolor es insoportable.
SARABAND contiene algunas de las mejores escenas que el maestro sueco ha filmado jamás; entre ellas, un angustioso enfrentamiento padre-hija, que utiliza como pretexto la impotencia ante la pieza musical imposible de interpretar en un plano fijo que se acerca lentamente hasta el borde mismo del encuadre. Vemos, pero también intuimos; el rostro habla por sí solo, desencajado por momentos.
Los que hemos admirado la obra de Bergman no esperábamos menos de este testamento; antes al contrario, sigue pareciéndome un sordo estallido de furia, una caja llena de verdades que sólo pueden ser escupidas.
Saludos envueltos en esa música...

1 comentario:

Vivian dijo...

Ante todo, soy una apasionada de Bergman, y mi admiración por él traspasa esta palabra para convertirse en adoración, y con esta película, no me defraudó, esa mezcla de crudeza y sensibilidad que no he encontrado en ningún otro director, el hijo atormentado, que lo sigue siendo como padre. El reencuentro con el amor, tardío, que no resulta chocante, sino todo lo contrario, natural, como si de dos adolescentes se tratara. Y sobretodo, la música, el chelo, el órgano en la iglesia, en fin, como ves, a mí también me encanta esta película…

Un saludo

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!