martes, 22 de septiembre de 2015

El objeto que orbita solo



Estamos todos equivocados. Nos equivocamos cuando demandamos el gol de Dieguito contra los britanos, o cuando golpeamos el volante en un atasco. Imprudentes, también nos equivocamos al leer y observar ademanes que, sin ser nuestros, nos apropiamos como vampiros de la estética de la repetición. No puedo más que sonreír alegre tras ver el último trabajo de Lisandro Alonso. Nada de circunspecciones sesudas con JAUJA, que es una celebración del autor libre y leve al imponer la frescura de su visión, que en su caso siempre es humilde y nada pedante. Alonso filma una especie de cajita musical en 4:3, una aventura que llama por las ventanas del cine clásico, pero huye hacia el futuro aún no escrito, que siempre será el más difícil de escribir. La fotografía de Timo Salminen es, como siempre con su inseparable Kaurismaki, soberbia, pero no me gusta hablar sólo de un aspecto cuando el film me ha gustado en su conjunto. Porque digamos que Alonso consigue un compendio prodigioso, la unidad de ética y estética sin que una se superponga a la otra, y además hila una lógica narrativa que se salta todas las convenciones más innecesarias y apulgaradas del cansino continuismo que sufren los productos equivocadamente "innovadores", que suelen ser más antiguos que los clásicos. Se ha hablado mucho de Borges, su ficción desmembrada, o su filosofía de lo puramente existencial en esta película de su paisano; yo le añado y aumento la arriesgada visión del primer Resnais y la profundidad de Chris Marker, en los que JAUJA se zambulle en su último y desconcertante tercio, un acierto de planificación, en todo caso.
Para concluir, y que no se enoje purista alguno, confieso que me subyuga menos la anécdota de Mortensen (que está fantástico, por cierto) o el salto hacia cierto "convencionalismo", ya intuido en LIVERPOOL; no tanto, al menos, como la paciente coherencia que su autor sigue demostrando con cada propuesta, y que le mantienen (al igual que el oficial que busca infructuosamente a su hija) en ese inhabitado limbo de quienes nada deben, pero tanto vuelven a esforzarse por ofrecer.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!