jueves, 26 de octubre de 2017

Carro o locomotora



Al final, este pequeño homenaje a la figura de Federico Luppi se va a convertir, no sé si involuntaria o irremediablemente, en un necesario repaso a lo más lucido de otra carrera que ha transcurrido en paralelo, la del director Adolfo Aristarain. Ambos, actor y director, se cruzan y unen a lo largo de las películas y los años para conformar un discurso que aglutina la necesidad de justicia en un mundo injusto, pero también la complicada tarea de la organización, las dudas sobre si merece la pena seguir luchando o esa carcoma imparable que hace que todo acto revolucionario sea siempre sofocado, asimilado y aniquilado: el analfabetismo. De todo so habla UN LUGAR EN EL MUNDO, el más fordiano de los films que Aristarain hizo junto a Luppi, una hermosa película sobre el saberse derrotado de antemano, de ponerlo todo sólo para perderlo, pero por encima de todo un canto a la camaradería, a ese suicidio lento que es la amistad verdadera, o a la terrible certeza de que sólo se puede obtener una pequeña victoria para perder siempre la guerra. La escena, repetida varias veces, del caballo ganándole el pulso a la locomotora sintetiza a la perfección lo que es el corazón argumental de este relato, falsamente naturalista, con unos actores que son entrañables por el empeño y la profesionalidad con los que se enfrentan a un complicado reto, no sobreactuar mientras cada palabra o frase parece subrayada, lista para permanecer en nuestro imaginario sentimental.
De nuevo Tulsaco, ese ente diabólico con el que Aristarain identifica al malvado capitalismo, de nuevo Luppi como caballero andante que usa como lanza su elocuencia y sentido común, y de nuevo esa historia que siempre es contada cuando todo ha pasado y la derrota parece menos dolorosa.
Si no la han visto, es buen momento para descubrirla.
Saludos.

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