sábado, 28 de octubre de 2017

Apellido entre paréntesis



Se cierra hoy, de momento, este pequeño homenaje a la figura de Federico Luppi, que seguramente hubiese merecido un repaso más exhaustivo, pero que nos podría haber dejado exhaustos, dada su longitud e intensidad. Como intenso es el film que nos ocupa hoy, MARTÍN (HACHE), inteligente suma y compendio de todos los motivos y obsesiones de Adolfo Aristarain, una película a la que le sobra un poco de esa vitalidad impostada que suele provenir del teatro del énfasis, pero que se ve equilibrada precisamente por el personaje magistralmente compuesto por Luppi, que se desmarca de los perdedores idealistas y algo santurrones, y presenta a un tipo siniestramente indómito, incapaz de admitir el más mínimo sentimentalismo y cuya lucidez lo aleja cada vez más de quienes ama, puesto que se debate entre serles fiel o sérselo a sí mismo. La clave diferencial de MARTÍN (HACHE) es ésta, y menos el conflicto del joven representante de la generación X (es 1997), su hijo, al que hace años que no ve y al que se ve obligado a cuidar tras una sobredosis en Argentina. Hache es el hijo, la hache de "hijo", porque también se llama Martín y ello remarca la diferencia con el padre. El film es muchas cosas, un inteligente retrato intergeneracional que daba cuenta de una juventud perdida, incapaz de encontrar su "lugar en el mundo", y otra con síntomas de preocupante estertor, que se despedía entre soflamas reaccionarias, quizá por haber creído ingenuamente que podrían haber cambiado el mundo y unos años después se ven a sí mismos confortablemente vencidos, asimilados por el sistema. Pero también es un brindis continuo, a la amistad, a los amores que duelen (los de verdad), a la celebración hedonista y los odios cristalizados en frases hirientes. Una película no tan corrosiva como rabiosa, pero una película a la que merece la pena volver nada menos que veinte años después para comprobar lo poco que hemos cambiado desde entonces.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!