sábado, 18 de julio de 2020

Pulpos y garajes



Ni en Hollywood se hace ya cine así. "Así", un eufemismo para denominar un estado mental, el de José Luis Garci, que es el de las patrias, nostálgicas todas, pero sin guiños. De hecho, EL CRACK CERO está trufada de imágenes de época, de un Madrid vacío, o repleto, de taxis negros, de Galerías, de las tascas con transistor, de las veladas de boxeo y de los carteles iluminados, que no luminosos. Yo será porque a Garci tengo muchas cosas que agradecerle, que le perdono muchas cosas, como sus diálogos mecánicos, sus planos solapados o sus inexplicables tejemanejes de casting. No sé, creo que a estas alturas Garci puede hacer ya lo que le salga de los cojones, y que tampoco le va a importar a mucha gente, y que a él tampoco le va a importar si a alguien le importa. Así las cosas ("así"), este nuevo acercamiento al detective Germán Areta, ni es nuevo ni es un acercamiento; lo que Garci se saca de la manga esta vez es un ejercicio de fantasmagoría desplazada, como un homenaje a uno mismo a través de una mirada ajena. Muy raro todo, pero incluso dentro de su anacronismo, de sus inacabables licencias, o de dramaturgia de manual, aún queda ese componente que el cine preserva más que otros artes: la memoria como sujeto, como argumento en sí. El sustrato de este "CRACK" es el mismo que el protagonizado por Alfredo Landa (dignamente recreado por Carlos Santos), pero en este caso sí que hay una regresión en toda regla, 45 años nada menos, y el ensimismamiento, si cabe, es aún mayor, por lo que la forma gana al contenido, y el argumento roza el pie de página a base de anécdotas de cafelillo y poses preambulares. Cine negro, antiguo, apolillado, gozoso de su pañal mal ajustado, insensato en su indefendible adhesión. Ni falta que le hace...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!