miércoles, 8 de julio de 2020

La linterna mágica



No me quedaba otra que hablar de CINEMA PARADISO, es así. Hay tanto donde elegir para acercarnos a Ennio Morricone, que resulta abrumador, pero si hay una banda sonora que se agarra a tu corazón, lo pellizca fuerte, y ya no lo suelta, es la de este precioso film que, de una manera u otra, no vimos venir. A mí me pilló justo cuando más interés le estaba poniendo a esto del cine, y mi figura era la de Totò, o más bien quería serlo, porque yo quería entrar en el sitio del que salía esa luz prodigiosa, desde donde se esculpían los sueños en celuloide. Tornatore apenas había hecho una película y pasaba de la treintena, pero seguro que había visto mucho cine, y sobre todo había "estado" en muchos cines, cuando aún esa frase cobraba todo su sentido. Estructurada entres partes bien diferenciadas, la infancia, juventud y madurez de Totò en el ficticio pueblo siciliano de Giancaldo, la narrativa de Tornatore es nostálgica al tiempo que pedagógica. Y somos testigos de su extraña orfandad, con su madre esperando a un marido muerto en Rusia; los primeros escarceos amorosos, en realidad un amor imposible y que se prolonga en el tiempo, incluso cuando, ya mayor, y convertido en director de cine, vuelve a ver a aquella chica que esperaba cada día bajo su ventana. Pero si algo es CINEMA PARADISO, lo encontramos en la relación entre Totò y Alfredo, el operador del cine (maravilloso, inolvidable Philippe Noiret). Ahí cobra sentido toda la sensiblería, que amenaza con apoderarse de una película al borde de todo, de las lágrimas, del ridículo, del magisterio, o de esa cosa sin nombre que de vez en cuando nos devuelve un aire cálido y confortable, y nos recuerda que, más allá de lo que somos, siempre seremos lo que fuimos.
Si no lloran viéndola es que no les queda corazón, a mí me basta ver la platea repleta con la maravillosa música del maestro Morricone de fondo.
Una delicia.
Saludos.

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