lunes, 1 de junio de 2020

Ojos que no ven



Para ponerles en situación, deberíamos empezar por el principio, que no es otra cosa que la novela original de H.G. Wells, todo un hito revolucionario en su época y muestra del talento de su autor, siempre adelantado a su tiempo. Ahora apenas aspiramos a pertenecer a nuestro propio tiempo, ser "contemporáneos", sea eso lo que sea, y en el camino se quedan, deshilachadas, multitud de opciones para ser algo más ambiciosos, dado el material de partida. THE INVISIBLE MAN tiene un par de cosas que evitan que todo se desplome de manera irremediable: su primera media hora y Elizabeth Moss. Y poco más hay que añadir a una película que se viene repitiendo cíclicamente, uno de esos productos perfectamente estructurados y facturados para inquietar lo justo y remover lo justo también. El arranque es estupendo, y no da un minuto de tregua al espectador, poniendo en imágenes la huida de la aterrorizada protagonista, condenada a dormir con su enemigo. Una secuencia filmada casi en completo silencio y que sirve para que seamos testigos, sin mostrarlo, del infierno de los malos tratos, y la dificultad que siempre tiene la víctima para huir de ellos. Todo es más fácil con una actriz como Moss, que modula su interpretación por multitud de estados de ánimo, dotando de verosimilitud a un film que la va perdiendo a medida que el metraje se alarga innecesariamente y el suspense deja paso a un terror más convencional, desembocando en un desenlace cuyos fallos y licencias no merece la pena enumerar aquí y ahora. Whannell, en un nuevo intento por desembarazarse de la alargada sombra de James Wan, en realidad parece un calco light de éste, y ni mucho menos el director con talento que pretende ser, y que no sé si alguna vez será.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!