jueves, 4 de junio de 2020

Servir y proteger



Recientemente, Clint Eastwood ha cumplido años, 90 nada menos. Es un buen momento para hablar de su última película, la vigésima que aparece por aquí, aunque siempre es un buen momento para ello. RICHARD JEWELL, en contra de lo que podría parecer, no es un título menor en su amplia, indiscutible filmografía; no lo es porque Eastwood vuelve, sin pisar lugares comunes, a lo que mejor sabe hacer. De una tacada, revisa un caso que haría tambalear los cimientos de cualquier democracia, acaecido durante los JJOO de Atlanta'96, en el que un vigilante de seguridad fue injustamente acusado (y acosado) por el FBI de la colocación de una bomba casera, aunque fue él quien descubrió la bomba y alertó a la policía para evacuar el recinto lo más rápidamente posible. Sin quedarse ahí, Eastwood despliega un asombroso sistema de indagación artística, matizando cada personaje, cada frase, cada acto, sin dejar nada a la especulación, pero permitiendo que el espectador contraste lo que le es ofrecido con su propio juicio moral. Jewell era un blanco fácil, uno de tantos "americanos tipo", patriota, amante de las armas y con un acusado sentido de la justicia, lo que le lleva a ser rechazado en multitud de puestos y no poder acceder a su sueño de ser agente de policía. Se pone de manifiesto así la gran acusación de Eastwood, en la que nos vemos inmersos más hoy día que hace 25 años, y que no es otra que la manipulación de los medios para llegar a influir en la percepción colectiva de las cosas. No son trampas, son armas de director curtido, de contador de historias, de los buenos; un señor que no parece contemplar la retirada... al menos hasta que sea estrictamente necesaria.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!