martes, 31 de marzo de 2020

Amores imaginarios



El problema de José Luis Cuerda como director, lo irregular de su obra, siempre ha provenido de la discordancia del tono con el compactado argumental; o como dirían los sabelotodos que tanto abundan hoy día, "hacernos saber de qué habla". Esto, curiosamente, le ha funcionado más cuanto más incomprensible era lo que narraba, pero se ha banalizado en cuanto el discurso se ha apaciguado hacia los terrenos de lo convencional. Y un ejemplo claro es LA EDUCACIÓN DE LAS HADAS, una película que pertenece al dudoso club de "no hubiese pasado nada si no se hubiese hecho". Realizada en 2006, obtuvo un mediano éxito que ahora se entiende más desde los escondrijos del oportunismo, aunque sería injusto no reconocer que se trata de una tendencia demasiado tentadora para ser rechazada. Y uno de los errores es, de hecho, un reparto dislocado, con una química inexistente y fiada por entero a la vigencia (entonces) de sus nombres. Ricardo Darín, que estaba en la cresta de la ola; Irene Jacob, que espaciaba morosamente sus apariciones en pantalla; y Bebe, que... en fin, sigamos... El intento de Cuerda por configurar un relato que aúne lo mundano y lo "majo" le salió rana, desde un arranque que parece improvisado, un arco temporal que nos tenemos que tragar sin que se expliquen muchas cosas, o un desenlace que quizá debería haber sido toda la película, y seguro que habría mejorado bastante. En definitiva, una historia sin importancia, atolondrada, pero tampoco con la modestia que hubiese necesitado para elevarse sobre su propia idiotez intrínseca.
Fallida, sin más.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!