miércoles, 16 de octubre de 2019

No se dejen engañar



LES PLUS BELLES ESCROQUERIES DU MONDE, de 1964, fue otra de las muchas películas corales de la época, en la que se relataban cinco visiones diferentes de lo que significa una estafa, desde lo puramente crematístico, lo intensamente dramático, lo jocosamente cómico e incluso la profunda reflexión filosófica sobre qué es una estafa. Abría la función Hiromichi Horikawa, cuya carrera como director es prácticamente ignota fuera de Japón, pero que fue fundamental como director asistente de algunas de las más grandes obras maestras de Akira Kurosawa. En "Los cinco benefactores de Fumiko", sigue a una prostituta experta en cazar ancianos para desplumarlos, aunque se ve entre la espada y la pared cuando uno sufre un percance y muere, por lo que es acusada de homicidio y robo. No les contaré cómo acaba, pero intenten imaginar qué diablos puede tener que ver una dentadura postiza...




El segundo segmento, pese a estar ambientado en Amsterdam, fue dirigido por un joven Roman Polanski. "El collar de diamantes" es muy parecido argumentalmente, y sigue a otra joven en la ciudad de los canales. Su rutina consiste en ir en bici, observar la multitud de coches que caen diariamente al agua y cambiarse de ropa en algún coche ajeno, con la esperanza de que su dueño sea un hombre acaudalado. Cuando lo consigue, se hace pasar por su esposa con el objetivo de hacerse con el collar de diamantes que iría destinado a ella, pero sin contar con un escabroso detalle que trastoca sus intenciones...



Ugo Gregoretti va un paso más allá en "La hoja de ruta", donde un joven se ofrece a ayudar a la prostituta de la que se ha enamorado a regresar a su Nápoles natal, pero debe casarse con un anciano para obtener el permiso de residencia. Él espera ingenuamente obtener un beneficio económico y los favores de la mujer, pero en cuanto aparece su antiguo proxeneta no quiere saber nada de él. Sin embargo, aún guarda un as en la manga, e insta al marido de conveniencia a que la denuncie por adulterio y cohabitación...



Y llegamos, cómo no, a Chabrol en su vertiente más cómica. En "El hombre que vendió la torre Eiffel", asistimos al delirante negocio que un avispado francés le endosa a un desquiciado millonario alemán: nada menos que venderle la celebérrima torre, con sus documentos y todo. Puede parecer una completa gilipollez, pero tras lo improbable de su argumento se esconde una ácida crítica a una megalomanía propia del país teutón, la misma que en repetidas ocasiones les ha llevado a creerse prácticamente los dueños del mundo...



Y para cerrar la función, nada menos que Godard filmando a Jean Seberg en Marrakech. Ella es una reportera norteamericana que aspira a realizar documentales como Jean Rouch, y sigue la pista de un misterioso falsificador, del que se dice que en realidad es un asceta que da a los pobres todo lo que estafa mediante la falsificación de dólares. La entrevista final no sólo es reveladora, anteponiendo la verdad del delito ante la mentira de la supuesta legalidad de los grandes sistemas económicos, sino que reflexiona sobre su propio título. "La gran estafa" puede ser también hacer pasar por reales las imágenes filmadas. Y como dice el propio estafador "Cuándo dejará de filmar y empezará con la realidad"...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!