martes, 8 de octubre de 2019

La clase de Lubitsch #35



Me he lanzado a teclear rabiosamente, sin orden ni concierto, llevado por la modesta lujuria que suele embriagar de tanto en tanto el castigado olfato del cinéfilo. NINOTCHKA... oh dios mío... Lo tiene todo para no sobresaalir, para ser acusada de tantas cosas. Y todo da igual. Da igual el trazo grueso, porque es un "finísimo trazo grueso". Las interpretaciones estereotipadas, porque están trufadas de matices sólo aptos para paladares exquisitos. NINOTCHKA... oh dios mío... Esta maravilla es una comedia romántica de las de toda la vida, pero es inclasificable, invaluable, y engrosa la exigua lista de verdaderas obras de arte, así, como si nada. Es el don de los genios, hacer las cosas por casualidad. Es exprimir una emoción pura de una relación tan cursi e improbable como la de Greta Garbo y Melvyn Douglas, porque a lo que aspiraba Lubitsch era a rozar un poquito con los dedos ese momento mágico en el que dos personas se enamoran, y cómo el resto del mundo les importa un carajo a partir de entonces. Está en la risa de ella, la comunista de zapatos tan planos como unos labios que no tardan en abrirse al amor. Y también en la mirada de Douglas, que pasa de su habitual frivolidad a una entrega absoluta ante la mera presencia de su amada. Billy Wilder tuvo algo que ver también...
Véanla al menos una vez al año. Como siempre digo, serán mejores personas después...
Obra maestra absoluta.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!