viernes, 4 de mayo de 2018

El sueño de los monstruos produce la razón



Con el tiempo, THE SQUARE será considerada como una de las películas más importantes de lo que llevamos de década, quizás de siglo. Pero sólo con el paso del tiempo, justo cuando empecemos a ver títulos que intenten imitar su corporis, repleto de metáforas hirientes, imágenes que en ningún momento dejan de observar fijamente al espectador, precisamente porque no sólo fija su mirada en quien no comulga con su filosofía, sino que nos inquiere como parte culpable a todos, sin excepción. Pero ¿culpables de qué? Porque la eterna pregunta del hombre moderno ya no es si contribuye a que el planeta sea un lugar mejor, al haber transmutado su papel preponderante, sino más bien qué sentido exacto tiene su estilo de vida dentro de un marco de valores que, en el mejor de los casos, apenas le concierne a él y su reducido entorno. Ahí podemos encontrar un silogismo válido con la excusa argumental usada con inteligencia por Östlund en su película más redonda: una instalación en un vanguardista museo de arte contemporáneo. Un cuadrado en el que una placa advierte de que, una vez dentro de él, todos tendremos los mismos derechos y obligaciones, y por tanto no podremos negar ayuda a quien nos la pida... pero claro, dentro de los límites del cuadrado. Si THE SQUARE no es una película redonda (valga el chiste fácil), se me ocurre que quiere hablar de demasiadas cosas, al tiempo que depura su discurso y de alguna manera lo raquitiza hasta tocar el nervio. Incomoda, sí, pero no es el aspecto que más me interesa, y aún menos el estupendo trabajo visual de Fredrik Wenzel; la mayoría de los actores están impresionantes, sobre todo un Claes Bang que borda un personaje rematadamente complicado, al que necesita recomponer una y otra vez para causar tanto rechazo como compasión. No, es como una vibración en staccato, un interludio fantasmal entre escenas que no permite cohesión alguna, reforzando la sensación de que, por mucho que nos esforcemos en mantener impoluto el suelo de Estocolmo, eso no evitará que haya personas, seres humanos, a ras del mismo. O para dejarlo más claro ¿Y si para denunciar la esclavitud del esnobismo sólo se pudiera tramar un discurso decididamente esnob?
Saludos.

3 comentarios:

Jimmy FDZ dijo...

Es curioso que mucha gente vea esta película solamente como "una crítica al mundo del arte".
Östlund me parece un director valiente y arriesgado, punzante y muy mala leche, pero siempre expresándose de manera muy inteligente, sin ir al choque sino que abriendo los flancos o heridas de sus críticas.
Si no la ha visto, recomiendo "Play", otra muestra de la valentía y de la compleja y certera mirada de este director.
Saludos.

ricard dijo...

Comparto tu apreciación. La película ganará en relevancia con el paso de los años.

Saludos.

dvd dijo...

Sí, ésta creo que corrige y aumenta lo que vimos en FORCE MAJEURE, por ejemplo. Yo, de encontrarle a un director al que se parezca no hablaría de Haneke, que es lo que muchos críticos vienen apuntando, sino Luis Buñuel, y de ahí que su montaje descuidado se pueda intuir como deliberado, integrando sus imágenes en una especie de estructura de "instalación".

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!