sábado, 30 de diciembre de 2017

Una canción en falsete



Stephen Frears es, a día de hoy, lo que podemos considerar un director consagrado; a escasas fechas de su último estreno, posee una larga lista de títulos, y algunos pertenecen al imaginario popular por derecho propio. Sin embargo, un vistazo cronológico desvela a un joven aspirante a director a finales de los sesenta, que llamó la atención de algunos productores con un exquisito mediometraje, lo que le permitió rodar su ópera prima nada menos que auspiciado por la Columbia en 1971. Todo quedó ahí, ya que Frears no volvería a rodar un largo hasta mediados de los ochenta, que es la época en la que mucha gente piensa que debutó. No es así, porque su debut fue una injustamente olvidada comedia negra titulada GUMSHOE (la jerga con la que se conoce a un detective privado), una fantástica recreación de las aventuras de un Sam Spade o un Philip Marlowe, solo que el guion de Neville Smith está narrado "en diferido", y podríamos considerar que la trama detectivesca sólo ocurre en la febril imaginación de Eddie Ginley (un impresionante Albert Finney), que trabaja en un club nocturno y sueña con convertirse en detective, por lo que se le ocurre poner un anuncio en un periódico ofreciéndose como tal, sin pensar que, efectivamente, podrían requerir sus servicios, tras lo cual, Eddie se ve envuelto en una increíble trama que incluye tráfico de drogas y armas, extorsión y corrupción política. Lo maravilloso del film, sin embargo, es su quijotesca premisa: todo lo que vemos corresponde a un noir clásico, pero tan sólo como puesta en escena, por lo que lo que se nos expone es lo que quizá sólo ocurra en la mente de este "detective a la fuerza".
Si tienen la oportunidad de descubrir esta joya olvidada háganlo, merece la pena el trabajo interpretativo de Finney, la fotografía de Chris Menges o la partitura de un tal Andrew Lloyd Webber. Casi nada...
Saludos.

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No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!