miércoles, 20 de septiembre de 2017

En el espacio nadie puede oír tus gritos #6



Paradojas de la longevidad. Hubo un tiempo en el que aquí se hizo un monográfico dedicado en exclusividad a todas las películas de la saga "Alien", quizá motivado por la certeza de que aquello estaba finiquitado. No sólo estaba equivocado, sino que nos dimos de bruces con una post-franquicia, que resucitaba al bicho en cuestión y, de paso, la devaluada deriva de Ridley Scott. Este año se ha estrenado ALIEN: COVENANT, que no es ni de lejos la película que podría y debería ser, sino otro ingente batiburrillo, una macedonia de texturas que funciona como una correcta peli de aventuras espaciales, y que sólo puntualmente te recuerda que esto forma parte de una saga. Pero ¿de verdad es una saga? Más alla de las conexiones argumentales, este penúltimo Alien (habrá más) se dispara en otra dirección, más cercana a las reflexiones sobre la supuesta humanidad de los androides (aquí sintéticos) y de cómo su fría lógica, carente de emociones, afecta indefectiblemene a las conductas humanas. Es un interesante asidero si tienes poco más que contar y si tienes a Michael Fassbender dando un recital de sutileza interpretativa. Pero insisto, porque me parece crucial para abordar todo esto, en que Scott podría haber prescindido de un tercio del film y no se habría notado. Lo malo, lo abyecto de ello, es que se trata de toda la parte en la que ¡albricias! vemos al monstruo, de largo lo más rutinario y predecible. De ahí mi reflexión, pero también mi cabreo, porque una vez más la industria y sus caprichos tiran por tierra un buen y sólido ejercicio cinematográfico.
Habrá quien babee con ella, yo me entretuve durante una hora y luego me puse a mirar el reloj...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!