miércoles, 13 de septiembre de 2017

Los altos istmos



¿Qué le venía faltando a Park Chan-wook para convencerme, de una vez por todas, de que, además de un creador de imágenes, es un magnífico director de cine? Me he hecho esta pregunta cada vez que veía un nuevo trabajo suyo. No soy un fanático, no uso posters ni guardo fetiches; sólo retengo datos si me son aclaratorios y me dicen poco las estadísticas, por no hablar de palmareses y otras hierbas. Así las cosas, vi AH-GA-SSI (LA DONCELLA) con algunos de los mejores ejemplos del cine coreano reciente en la retina, y algo cambió súbitamente. En LA DONCELLA, Park Chan-wook "utiliza" la truculencia, la encierra a voluntad y sólo la deja escapar cuando el relato lo requiere. Y es éste un relato especialmente complejo, repleto de matices y gozosamente engañoso; porque no hay que seguir por lo apuntado en su primer cuarto, no hallaremos la esencia en ese arranque que remite directamente a la tradición gótico-terrorífica. El relato avanza, muta de una forma animal y se convierte en otra cosa, parece que podríamos advertir una épica sorda, la venganza de una cultura sobre otra, porque el subtexto hace hincapié en la dolorosa ocupación coreana por parte de Japón. Sin embargo, ya en el giro final intuimos que se nos ha redirigido graciosa, elegantemente, y que quizá tan sólo creíamos que íbamos entendiendo, cuando el desenlace es mucho más retorcido, anárquico y genial de lo que se podría pensar. Se trata de una estructura que efectivamente necesita de sus 150 mintos para desarrollarse, una narración que me atrevo a asimilar con un motivo geográfico, la estrecha franja de tierra que a menudo pasa desapercibida, precisamente porque su función es unir dos porciones gigantescas de terreno. Ese pequeño y olvidado accidente: el istmo.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!