viernes, 13 de mayo de 2016

Un espejo que duele



El cine es una afición apasionante por diversos motivos, incluso la afinidad que uno puede llegar a encontrar en títulos de medio pelo, fondos de armario apolillados que, observados con la suficiente atención, parecen mirarnos a nosotros y sólo a nosotros. THE SKEPTIC es una modesta producción de las que anualmente se producen como churros en Estados Unidos, un intento de ensayo de telefilm a la antigua usanza, apoyado en los actores y un guion supuestamente ingenioso aunque sin muchos alardes. La película, no les voy a engañar, es mediocre, y apenas sirve para pasear a viejas glorias olvidadas como Tim Daly y Tom Arnold, o lanzar nuevos proyectos de estrella, como la por entonces emergente Zoe Saldana. Una historia de fantasmas sin efectos especiales y un preocupante desdén por algo que se llama sentido del ritmo, por lo que terminar de ver su escasa hora y media es de por sí toda una proeza.
La película es lo de menos. El protagonista, de estar bien descrito, es un escéptico irredento que pasa olímpicamente de todo lo sobrrenatural... Yo soy así. Soy un tipo que, a fuerza de no creer en casi nada, he ido perdiendo la creencia más importante, que implica a otros seres humanos, y no hay nada de sobrenatural en ello. Quisiera disculparme con todas las personas a las que mi escepticismo les haya salpicado en alguna ocasión; quienes son como yo creen tener la verdad absoluta en su poder, y eso es terrible, para los demás, pero también para uno mismo, pues el conflicto interior es constante e irresoluble, y lleva irremediablemente al fracaso. Esto no tiene nada que ver con fantasmas, se trata de personas a las que no tratamos bien, que menospreciamos con soberbia idiotez y que me gustaría. de una vez por todas, tener al lado y no enfrente.
No suelo decirlo mucho, pero lo siento...
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!