martes, 10 de mayo de 2016

Chantal Akerman y otros enemigos íntimos #18



En 2007, la "Quincena de los realizadores" de Cannes presentó un arriesgado proyecto, un film colectivo que no se parecía a ningún otro. Sus seis historias, sin posibilidad de conexión, debían dar una especie de "parte" acerca de cómo pinta nuestro planeta en diversos puntos del mismo. No es que no se haya hecho antes, pero no recuerdo otro tan radical y, por tanto, libre, y que en ningún caso hubiese cuestionado la personal visión de cada uno de sus directores. Su nombre fue EL ESTADO DEL MUNDO.




El film se abría con un maravilloso corto filmado en Súper8 por el tailandés Apichatpong Weerasethakul, y titulado "Luminous people". Con su habitual sentido del humor de otro planeta, el director que luego se llevaría la Palma de Oro por su "Tío Boonmee", ensambla una serie de diálogos a bordo de una embarcación que surca un río (presumiblemente el Mekong) para llevar a cabo el ritual de esparcimiento de las cenizas de un difunto. Finalmente, en un alarde de concisión narrativa, resultan más importantes los chascarrillos y confesiones entre los tripulantes y familiares que el ritual en sí, algo muy habitual en el cine del autor de CEMETERY OF SPLENDOUR, que sumerge al espectador en la cotidianidad desde lo excepcional... O incluso al revés...





"Germano", del brasileño Vicente Ferraz, es el segmento de contenido y visión más convencional, pero que aun así supone un meritorio vistazo a un mundo poco conocido, el de la masiva desaparición de los pescadores tradicionales de Brasil. En este caso, vemos a Germano, pescador a punto de jubilarse, en su pequeña embarcación junto a su viejo compañero y su joven sobrino, que le echan en cara su empecinamiento en seguir fondeando donde ya no queda nada, por culpa de las grandes corporaciones, a las que Germano maldice y desea la peor de las suertes constantemente. Su cabezonería le jugará una mala pasada cuando se cruce con un gigantesco petrolero ruso y permanezca en el pequeño barco, como si su suicida acto pudiese hacerlo desaparecer...




"One-Way" es una curiosidad que comienza como una anécdota simpática y termina como una contundente denuncia. La directora india Ayisha Abraham narra la historia verídica de un nepalí que lleva 35 años encargándose de absolutamente todo lo que atañe a un pequeño garaje en Bangalore. Como si nada, va contando su peripecia mientras le vemos lavar coches, barrer, hacer de portero o de chico de los recados; luego, llegamos a su pobrísimo barrio en Nepal, donde el analfabetismo es casi del 80% y la gente apenas puede sobrevivir si no es en un estado de semiesclavismo. El silogismo es claro y contundente, el protagonista se lamenta de no poder regresar nunca a su tierra, pero es consciente de que quienes siguen allí apenas si pueden soñar con salir algún día, como hizo él...





A partir de aquí, empieza el núcleo duro del film con la terrible "Brutality factory", de Wang Bing, que demuestra una vez más el irresistible poder de sus imágenes, y cómo las palabras y la dramatización le restan fiereza a este cuento de horror enclavado en una gigantesca fábrica abandonada, que es usada por el régimen comunista para llevar a cabo atroces torturas a quienes consideran "enemigos del sistema". Escalofriante, seca, concisa, es antes un trabajo de valentía necesaria a cargo de un excepcional documentalista, famoso por la larguísima duración de sus films (alguno alcanza las 14 horas) y que aquí emplea apenas quince minutos para helarnos la sangre mientras somos testigos de lo que China lleva décadas ocultando y tan sólo unos pocos son capaces de desvelar, además de denunciar.





Situada en el otro extremo de la semántica cinematográfica, "Tarrafal", de Pedro Costa, es una agónica letanía narrada por fantasmas, los caboverdianos que parecen llevar varias décadas atrapados en un país, Portugal, que apenas les ignora, cuando no les reprocha su desagradecimiento. Es también un choque generacional, el de los jóvenes que jamás han visto Cabo Verde y lo tienen idealizado, y el de los mayores, que siempre acaban teniendo recuerdos amargos de un país semejante a una prisión, como la que encabeza el título. Y, en mitad de todo, como un silencioso espectro que parece saberlo todo, o nada, Ventura...




Y al final de todo, la noche cae sobre Shanghai. O los dos enmudecedores planos con los que Chantal Akerman corona este "estado del mundo". Apenas (o nada menos) el Skyline de la bahía de Shanghai, sus rascacielos vestidos con interminables y gigantescos anuncios luminosos, mientras ignotas versiones de viejos clásicos resuenan como himnos al consumo despiadadamente zombificado. Sabemos qué se oculta tras esa imagen, pero Akerman nos lo muestra desde lejos, como haciéndonos entender que no hay nada que podamos hacer desde nuestros pequeños púlpitos. Los barcos zarpan, salen de cuadro, y todo sigue igual un cuarto de hora después...

Saludos.







2 comentarios:

Cinemagnific dijo...

Tengo pendiente a Chantal. Y apuntado.

Por cierto, It follows si mal no recuerdo (si mal no recuerdo) la vi gracias a tu recomendación ;)

dvd dijo...

A mí me entusiasma esa película, y quiero ver de qué es capaz su director más adelante. A la Akerman es mejor sorberla en pequeñas dosis, no a lo bruto como yo...
Un saludo.

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!