lunes, 14 de diciembre de 2015

D. W.: El padre del cine #42



El último film que comentaremos de 1920 es WAY DOWN EAST, película que remontó económicamente a un depauperado Griffith y le permitió seguir rodando con cierta solvencia y dominio sobre sus siguientes proyectos. Y eso que no fue un film precisamente barato de realizar, ya que exigía trasladar un gigantesco equipo de rodaje a lo largo de cuatro estados, como Nueva York, Vermont, Connecticut y Florida, y sólo la larguísima y mítica secuencia final, rodada en un río helado, supuso un esfuerzo de técnica que no se había visto hasta entonces. La historia se va desarrollando progresivamente y cuenta las dificultades económicas de una familia, cuya hija, desesperada, viaja a Bostón para pedir ayuda a una tía suya que es millonaria, aunque siempre ha renegado de sus parientes pobres. A partir de ahí, el personaje interpretado con convicción por Lillian Gish pasará por unos dientes de sierra brutales, puesto que en principio su bondad y carisma le otorgan una buena posición en la casa de su tía, e incluso conoce a un hombre rico que le promete matrimonio; sin embargo, tras dejarla embarazada la abandona y es ahí cuando empieza su calvario, puesto que es expulsada sin un céntimo, pero esto le hará recapacitar acerca de la hipocresía de la sociedad en la que ha vivido engañada y que no la ha protegido en ningún momento.
Aun en un marco reconociblemente melodramático, Griffith es capaz de enarbolar un discurso feroz contra el irracional puritanismo de su época, ensañado particularmente con las mujeres, que eran ciudadanas de segunda categoría, y es verdad que su discurso desemboca en un innecesario ensalzamiento del matrimonio, pero no era frecuente encontrar en el Hollywood de la época una actitud tan declarada como ésta, y que transporta muchas dudas sobre el tan cacareado conservadurismo de un director que no sólo mostraba su dominio en la técnica, sino también en su rectitud moral.
Como recomendación, y pese a que casi llega a las tres horas de duración, merece la pena aunque sólo sea por el alarde técnico de rodar, con aquellos pesados equipos, sobre las placas heladas que flotan en un río. Y aquello no era ningún efecto digital...
Saludos.

2 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

"Y entonces la tormenta"...
Es verdad que Las dos tormentas es más que su escena del hielo pero es que esos minutos son gloriosos.

dvd dijo...

Hombre, las camaritas tenían que pesar lo suyo. Además, parece ser que la Gish yació realmente sobre una placa de hielo flotante, que ya me gustaría ver a mí a una Julia Roberts echándole arrestos a una escena así...

... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!