viernes, 25 de diciembre de 2015

Hermosura y sordidez




Dicen los entendidos que Max Öphuls llevaría a la pantalla MONTPARNASSE 19, un nada complaciente, oscurísimo de hecho, retrato de Amedeo Modigliani en sus últimos meses de vida. Mi teoría es que habríamos visto un film completamente diferente, no sé si mejor o peor, pero en este caso, teniendo en cuenta el personaje, me parece que la insobornable y honesta mirada de Jacques Becker le vino como anillo al dedo para acabar produciendo una de las películas que más acertadamente ha captado el mundo interior de un artista. Y qué poco tiene que ver precisamente con la que comentábamos ayer; comenzando por su protagonista, un Gérard Philipe que parece aunar todas las desgracias y las tristezas del mundo en su angustiado rostro, más cercano al de una madonna que a un bohemio. Este Modigliani no ha venido para ponerse claveles entre los dientes, es un vagabundo que sólo puede ofrecerle la lluvia a su amada y que prefiere mendigar a cinco francos el boceto antes que prostituirse ante un millonario americano que compra cuadros como ganado. Así, no sólo tocamos la superficie descarnada del corazón del pintor, también somos testigos, sutil, imperceptiblemente, de cómo el mercadeo indiscriminado convirtió a los artistas en esclavos de lo funcionarial; Modigliani eligió morirse miserable e ignoto, y con su cadáver aún caliente los buitres asaltaron su obra para revenderla millonariamente. Becker, maestro de la concisión y economía narrativa, no da pistas sobre qué deriva adoptará en el tramo final; sorprendentemente, no opta por la truculencia física ni exacerba el sacrificio de Jeanne Hébuterne, e incluso relega a la enigmática Anouk Aimée a un rol meramente testimonial. En lugar de ello, la conclusión de MONTPARNASSE 19 es desoladora: el buitre, que ha esperado pacientemente la caída del artista, incluso lo lleva tranquilamente al hospital, sabe que no hay nada que hacer, mira su reloj y se dirige al domicilio del ya eterno mártir... Pero qué importa la eternidad al lado de un jugoso copyright... ¿no?...
Esto, creo, le hubiese sido mucho más difícil de energizar a Öphuls.
Saludos.

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... ¿Y todo esto lo ha hecho usted solo?...
No, necesité estar rodeado de siete mil millones de personas...

¡Cuidao con mis primos!